jueves, 30 de abril de 2009

López Pacheco, Jesús. Hijos nuestros.


Hijos nuestros que estáis en la tierra,
y seguiréis estando después de que nosotros estemos bajo ella,
recordados sean vuestros nombres
por haberlos llenado de esperanza,
pero tampoco os importe el olvido probable,
porque infinitos son los olvidados dignos de memoria.
El aire y el tiempo están llenos de nombres.
Cada generación los respira.
Haced en este mundo la esperanza vuestra y nuestra,
porque nadie la hará por vosotros
o al menos así como nosotros la intentamos.
Intentadla vosotros y pasadla más alta todavía.
Ganaos diariamente vuestro pan y vuestra vida
que nadie os ha de dar mientras tengan la vida y el pan dueño.
Pero no sólo el pan y la vida,
sino ganaos también la luz que los oscuros intentan apagar
e iluminad con ella la sombra nuestra de cada día.
Perdonadnos nuestras debilidades
y haced que su recuerdo os dé más fuerza,
porque nadie jamás os librara de nada
si no os libráis vosotros.
Y nada será construido en esta tierra
si no lo construyen vuestras manos,
así como otras manos han hecho por los siglos de los siglos.
Hijos nuestros que estáis en la tierra
y que seréis los padres de los hijos vuestros,
porque un día los hijos se harán padres
y todos los padres se harán padres de huérfanos
y los huérfanos tienen que hacerse padres de sí mismos
y padres de esta tierra hija del hombre,
de esta tierra terrible, hermosa, sin cielos
y sin padre.

Jesús López Pacheco (1930-1997)

Escucha el poema recitado por el autor:



miércoles, 29 de abril de 2009

González Cabillón, Julio. Poema palíndromo.

1991

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
No deseo yo ese don,
la tomo como tal.
No traces en ese cartón,
la ruta natural.

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
Amad a la dama,
la ruta natural.
¿Ávida de dadiva?
La tomo como tal.

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
¿Osar ropa por raso?
La tomo como tal.
¿O sacáis ropa por si acaso?
La ruta natural.

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
Átale, demoníaco Caín, o me delata.
La tomo como tal.
¡Ya... atar al raedor, y rodear la rata... ay!
La ruta natural.



(Nuestro agradecimiento a Esteban Espada Cerón
que nos dio a conocer el autor, el poema
y el corto, LA RUTA NATURAL,
expresión audiovisual de un poema palíndromo - nuestra propia vida -)


martes, 28 de abril de 2009

Valverde, José Mª. Oración por nosotros los poetas.


Señor, ¿qué nos darás en premio a los poetas?
Mira, nada tenemos, ni aun nuestra propia vida;
somos los mensajeros de algo que no entendemos.
Nuestros cuerpos lo quema una llama celeste;
si miramos, es sólo para verterlo en voz.

No podemos coger ni la flor de un vallado
para que sea nuestra y nada más que nuestra,
ni tendernos tranquilos en medio de las cosas,
sin pensar, a gozarlas en su presencia s6lo.
Nunca sabremos cómo son de verdad las tardes,
libre de nuestra angustia su desnuda belleza;
jamás conoceremos lo que es una mujer
en sus profundos bosques donde hay que entrar callado.
Tú no nos das el mundo para que lo gocemos,
Tú nos lo entregas para que lo hagamos palabra.
Y después que la tierra tiene voz par nosotros,
nos quedamos sin ella, con sólo el alma grande ...

Ya ves que por nosotros es sonara la vida,
igual que por las piedras lo es el cristal del río.
Tú no has hecho tu obra para hundirla en silencio,
en el silencio huyente de la gente afanosa;
para vivirla sólo, sin pararse a mirarla ...
Por eso nos has puesto a un lado del camino
con el único oficio de gritar asombrados.

José Mª Valverde (1926-1996)

lunes, 27 de abril de 2009

Rosales, Luis. Autobiografía.


Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

Luis Rosales (1910-1992)

Escucha el poema en la voz del propio poeta:

domingo, 26 de abril de 2009

De la Cruz, San Juan. Cántico espiritual.


Esposa:

¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido. 5

Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero. 10

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras. 15

(Pregunta a las Criaturas)

¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado! 20

(Respuesta de las Criaturas)

Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura. 25

San Juan de la Cruz. (1542-1591)

(Escucha el Cántico Espiritual en la voz de Amancio Prada)



sábado, 25 de abril de 2009

Darío, Rubén. Sonatina


La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
?la princesa está pálida, la princesa está triste?,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

?«Calla, calla, princesa ?dice el hada madrina?;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».

Rubén Darío ( )

Escucha el poema

viernes, 24 de abril de 2009

Villaurrutia, Xavier. Soneto a la granada.


Es mi amor como el oscuro
panal de sombra encarnada
que la hermética granada
labra en su cóncavo muro.

Silenciosamente apuro
mi sed, mi sed no saciada,
y la guardo congelada
para un alivio futuro.

Acaso una boca ajena
a mi secreto dolor
encuentre mi sangre, plena,

y mi carne dura y fría,
y en mi acre y dulce sabor
sacie su sed con la mía.

Xavier Villaurrutia (1903-1950)


jueves, 23 de abril de 2009

De Cervantes, Miguel. Al túmulo de Felipe II en Sevilla


Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto
por qozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.

Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

Miguel de Cervantes (1547-1616)

(Escucha el poema en la voz de Rafael Taibo)


Miguel de Cervantes en la Biblioteca Virtual Cervantes

miércoles, 22 de abril de 2009

Lope de Vega, Féliz. Naranjitas.

(Lope de Vega hacia 1630, por Eugenio Caxés)

Naranjitas doradas
coge la niña, coge la niña,
y el amor de sus ojos
perlas cogía.

Arrojóme las naranjitas
con los ramos del blanco azahar,
arrojómelas, arrojéselas
y volviómelas a arrojar.

Félix Lope de Vega (1562-1635)


martes, 21 de abril de 2009

Rueda, Salvador. La sandía.


Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.

Salvador Rueda (1857-1933)

lunes, 20 de abril de 2009

Neruda, Pablo. Oda a la manzana.


A ti, manzana,
quiero
celebrarte
llenándome
con tu nombre
la boca,
comiéndote.
Siempre
eres nueva como nada
o nadie,
siempre
recién caída
del Paraíso:
plena
y pura
mejilla arrebolada
de la aurora!
Qué difíciles
son
comparados
contigo
los frutos de la tierra,
las celulares uvas,
los mangos
tenebrosos,
las huesudas
ciruelas, los higos
submarinos:
tú eres pomada pura,
pan fragante,
queso
de la vegetación.
Cuando mordemos
tu redonda inocencia
volvemos
por un instante
a ser
también recién creadas criaturas:
aún tenemos algo de manzana.
Yo quiero
una abundancia
total, la multiplicación
de tu familia,
quiero
una ciudad,
una república,
un río Mississipi
de manzanas,
y en sus orillas
quiero ver
a toda
la población
del mundo
unida, reunida,
en el acto más simple de la tierra:
mordiendo una manzana.

Pablo Neruda (1904-1973)


domingo, 19 de abril de 2009

Pavese, Cesare. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

Cesare Pavese (1908-1950)

(Otros poemas de Cesare Pavese)

sábado, 18 de abril de 2009

Gelman, Juan. Arte poética.


Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío.
Como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.

De: "Velorio del solo"

Juan Gelman (1930- )

Lee y escucha otros poemas de Juan Gelman en
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Semblanza, obra, voz, artículos... en Sololiteratura

Especial de El Mundo sobre Juan Gelman

viernes, 17 de abril de 2009

Celdrán, Adolfo. A pablo Neruda, ferroviario.


Hoy,
cuando todos los trenes han descarrilado
Hoy,
cuando hace tanto tiempo que nos habéis dejado
Hoy, cuando la palabra es ceniza
Cuando todo es antaño
Hoy le ha llegado el turno a mis intentos.
Hubo un tiempo de todos:
Cuando los trenes transportaban poetas
y una sola mujer ocupaba la tierra
mientras palomas asesinas ametrallaban versos...
Hoy
cuando todos los trenes han descarrilado,
Hoy
Cuando hace tanto tiempo que nos habéis dejado
Sé, siento, respiro
(me lo ha dicho su sombra):
En algún punto
(nadie sabe)
Ella da presión a la caldera
de una locomotora.

(1976)

Adolfo Celdrán

jueves, 16 de abril de 2009

Gerrero, Pablo. Tiene que llover.


Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes
pero, ¿quién nos ata?
Dame la mano y vamos a sentarnos
bajo cualquier estatua
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer
que tiene que llover
a cántaros.

Estamos amasados con libertad, muchacha,
pero, ¿quién nos ata?
Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio,
preparada tu marcha.

Hay que doler de la vida, hasta creer,
que tiene que llover
a cántaros.

Ellos seguirán dormidos
en sus cuentas corrientes de seguridad.
Planearán vender la vida y la muerte y la paz.
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad?

Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba
y que una lluvia fuerte, sin bioencimas, claro,
limpiará nuestra casa.

Hay que doler de la vida, hasta creer,
que tiene que llover
a cántaros.

(1972)

Pablo Guerrero (1946-)

miércoles, 15 de abril de 2009

Krahe, Javier. ¿Dónde se habrá metido esta mujer?


Cuando pienso que son ya las once y pico
yo que ceno lo más tarde a las diez...
¿Cómo diablos se fríe un huevo frito?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

La vecina me dice que no sabe
y mi suegra tampoco desde ayer.
No son horas de que ande por las calles.
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Yo le iba a contar lo de García,
y de cómo le he parado los pies...
lo del bulto que tengo en la rodilla...
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Qué hace aquí este montón de ropa sucia,
le compré lavadora y para qué...
Estas cosas me irritan, no me gustan.
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Mi camisa aún está toda arrugada,
y mañana me la tengo que poner.
¡Pues la plancha, aunque le den las tantas!
¿Dónde se habrá metido esta mujer?

Va a haber bronca, esta noche va a haber bronca.
Me cabrea, hoy tenía ganas de...
pues después de la bronca... ¿pero dónde,
dónde se habrá metido esta mujer?

¡Pero bueno, si falta una maleta...
la de piel, para colmo la de piel!
¿Para qué la querrá la imbécil ésta?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?
¿Dónde se habrá metido esta mujer?


martes, 14 de abril de 2009

Jara, Víctor. Te recuerdo Amanda.


Te recuerdo, Amanda,
la calle mojada
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha
la lluvia en el pelo
no importaba nada
ibas a encontrarte con él
con él, con él, con él
son cinco minutos
la vida es eterna
en cinco minutos
suena la sirena
de vuelta al trabajo
y tú caminando
lo iluminas todo
los cinco minutos
te hacen florecer.

Te recuerdo Amanda
la calle mojada
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha
la lluvia en el pelo
no importaba nada
ibas a encontrarte con él
con él, con él, con él
que partió a la sierra
que nunca hizo daño
que partió a la sierra
y en cinco minutos
quedó destrozado
suena la sirena
de vuelta al trabajo
muchos no volvieron
tampoco Manuel.

Te recuerdo Amanda
la calle mojada
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.

(1968)

Víctor Jara (1932-1973)

Canciones escritas por Víctor Jara

lunes, 13 de abril de 2009

Milanés, Pablo. Yolanda


Esto no puede ser no más que una canción
quisiera fuera una declaración de amor
romántica sin reparar en formas tales
que ponga freno a lo que siento ahora a raudales
te amo
te amo
eternamente te amo
si me faltaras no voy a morirme
si he de morir quiero que sea contigo
mi soledad se siente acompañada
por eso a veces se que necesito
tu mano
tu mano
eternamente tu mano
cuando te vi sabía que era cierto
este temor de hallarme descubierto
tu me desnudas con siete razones
me abres el pecho siempre que me colmas
de amores
de amores
eternamente de amores
si alguna vez me siento derrotado
renuncio a ver el sol cada mañana
rezando el credo que me has enseñado
miro tu cara y digo en la ventana
yolanda
yolanda
eternamente yolanda
yolanda
eternamente yolanda
eternamente yolanda


domingo, 12 de abril de 2009

Hernández, Miguel. El niño yuntero.


Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecido.
.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador
.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina,
.
Le veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y preguntar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
.
Me da su arado en el pecho
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
.
Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

Miguel Hernández (1910-1942)


sábado, 11 de abril de 2009

González, Ángel. El Cristo de Velázquez.


Banderillero desganado.
Las guedejas del sueño cubren tu ojo derecho.
Te quedaste dormido con los brazos alzados,
y un derrote de Dios te ha atravesado el pecho

Un piadoso pincel lavó con leves
algodones de luz tu carne herida,
y otra vez la apariencia de la vida
a florecer sobre tu piel se atreve.

No burlaste a la muerte. No pudiste.
El cuerno y el pincel, confabulados,
dejaron tu derrota confirmada.

Fue una aventura absurda, bella y triste,
que aún estremece a los aficionados:
¡qué cornada, Dios mío, qué cornada!

Angel González (1925-2008)

Breve comentario sobre el poema en Papel en blanco

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viernes, 10 de abril de 2009

De Unamuno, Miguel. El armador aquel de casas rústicas

(El armador aquel de casas rústicas
Mateo, cap. XIII, II - Corán III, 6. )

El armador aquel de casas rústicas
habló desde la barca:
ellos, sobre la grava de la orilla,
él flotando en las aguas.

Y la brisa del lago recogía
de su boca parábolas
ojos que ven, oídos que oyen gozan
de bienaventuranza.

Recién nacían por el aire claro
las semillas aladas,
el Sol las revestía con sus rayos,
la brisa las cunaba.

Hasta que al fin cayeron en un libro,
¡ay tragedia del alma!:
ellos tumbados en la grava seca,
y él flotando en el agua.

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Escucha al propio Unamuno teorizar sobre Cristo y recitar finalmente el poema

jueves, 9 de abril de 2009

Diego, Gerardo. Via Crucis: Jesús sentenciado


Jesús sentenciado a muerte.
No bastan sudor, desvelo,
cáliz, corona, flagelo,
todo un pueblo a escarnecerte.
Condenan tu cuerpo inerte,
manso Jesús de mi olvido,
a que, abierto y exprimido,
derrame toda su esencia.
Y a tan cobarde sentencia
prestas en silencio oído.

Y soy yo mismo quien dicto
esa sentencia villana.
De mis propios labios mana
ese negro veredicto.
Yo me declaro convicto.
Yo te negué con Simón.
Te vendí y te hice traición,
con Pilatos y con Judas.
Y aún mis culpas desanudas
y me brindas el perdón.

Gerardo Diego (1896-1987)


miércoles, 8 de abril de 2009

De Unamuno, Miguel. El cristo de Velázquez (fragmento)

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno.

Miguel de Unamuno ( 1864-1936)

Descárgate la obra completa desde la
Biblioteca Virtual Cervantes



martes, 7 de abril de 2009

Gabriel y Galán, José Mª. La pedrada (fragmento)


- II -
¡Cuántas veces he llorado
recordando la grandeza
de aquel hecho inusitado
que una sublime nobleza
inspiróle a un pecho honrado!

La procesión se movía
con honda calma doliente.
¡Qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía!...

¡Qué voces tan plañideras
el Miserere cantaban!
¡Qué luces, que no alumbraban,
tras las verdes vidrïeras
de los faroles brillaban!

Y aquel sayón inhumano
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡qué feroz cara tenía,
qué corazón tan villano!

¡La escena a un tigre ablandara!
Iba a caer el cordero,
y aquel negro monstruo fiero
iba a cruzarle la cara
con el látigo de acero...

Mas un travieso aldeano,
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano,

rapazuelo generoso
que al mirarla, silencioso,
sintió la trágica escena,
que le dejó el alma llena
de hondo rencor doloroso,

se sublimó de repente,
se separó de la gente,
cogió un guijarro redondo,
miróle al sayón de frente
con ojos de odio muy hondo,

paróse ante la escultura,
apretó la dentadura,
aseguróse en los pies,
midió con tino la altura,
tendió el brazo de través,

zumbó el proyectil terrible,
sonó un golpe indefinible,
y del infame sayón
cayó botando la horrible
cabezota de cartón.

Los fieles, alborotados
por el terrible suceso,
cercaron al niño, airados,
preguntándole admirados:
-¿Por qué, por qué has hecho eso?...

Y él contestaba, agresivo,
con voz de aquellas que llegan
de un alma justa a lo vivo:
-¡Porque sí, porque le pegan
sin hacer ningún motivo!


- III -
Hoy, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?

J.Mª Gabriel y Galán (1870-1905)

Escucha el poema recitado por Moisés de la Heras
(Nuestro fragmento empieza en el minuto 3:14)

Página sobre el autor, patrocinado por la Diputación de Cáceres

lunes, 6 de abril de 2009

Machado, Antonio. Saeta.


Dijo una voz popular:
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?

Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar.

Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz.

Cantar de la tierra mía
que echa flores
al Jesús de la agonía
y es la fe de mis mayores.

¡Oh, no eres tú mi cantar
no puedo cantar, ni quiero
a este Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar!

Antonio Machado (1875-1939)


domingo, 5 de abril de 2009

Rumi, Yalal ad-Din Muhammad. Poesía sufí.

Rumi o Mevlana, místico sufista
y fundador de la orden Mevleví de los "derviches giróvagos".


[...]
Ven,
Te diré en secreto
Adónde lleva esta danza.

Mira como las partículas del aire
Y los granos de arena del desierto
Giran sin norte.

Cada átomo
Feliz o miserable,
Gira enamorado
En torno del sol.

Una persona no está enamorada
si el amor no ilumina su Alma.
No es un amante
si no gira como las estrellas alrededor de la luna.

Excepto el amor intenso, excepto el amor,
no tengo otro trabajo;
Salvo el amor tierno, salvo el amor tierno,
no siembro otra semilla.

[...]

Muhammad Rumi (1207-1273)


Lee más poemas de Rumi en
Club de Brian


Noticia de un libro de poemas de Rumi traducido al castellano:
"Un jardín más allá del Paraíso",
de Marta Martín.

sábado, 4 de abril de 2009

Storni, Alfonsina. Tú me quieres blanca.


Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

Alfonsina Storni (1892-1938)


viernes, 3 de abril de 2009

Nosis. La dulzura del amor.


Nada es más dulce que el amor. Las demás alegrías
son secundarias; hasta la miel rechazo de mi boca.
Así habla Nosis: aquel a quien Ciprés no ha amado
no conoce qué rosas son sus flores.

Nosis
(Encuentra referencias de esta poetisa en el apartado "civilizaciones prerromana"
Una propuesta de Dolores Cruz Cabrera,
Profesora de Latín y Griego del IES "Guadalpín",
en la semana de Cultura Clásica

jueves, 2 de abril de 2009

Virgilio Maro, Publio. Eneida.


Mas la reina hace tiempo, atormentada de grave cuidado,
con sangre de sus venas alimenta su herida y ciego ardor la devora.
El gran valor del héroe acude a su ánimo y la gloria
muy grande de este pueblo; se clavan en su pecho sus rasgos
y palabras y no deja el cuidado a su cuerpo el plácido descanso. 5
Y recorría las tierras la Aurora siguiente
con la luz de Febo y había alejado del cielo la húmeda sombra
cuando así se dirige, fuera de sí, a su hermana del alma:
«Ana, querida hermana, ¡qué ensueños me desvelan y me angustian!
¡Qué huésped tan extraordinario ha entrado en nuestra casa! 10
¡Qué prestancia la suya! ¡Qué fuerza en su pecho y en sus armas!
Ciertamente creo, y mi confianza no es vana, que es de dioses su raza.
El temor delata al pusilánime. ¡Ay, qué sino
lo zarandeó! ¡Qué combates librados narraba!
Si no estuviera en mi ánimo, fijo e inconmovible, 15
el propósito de a nadie unirme en vínculo matrimonial,
luego que mi primer amor me engañó, frustrada, con la muerte;
si no me hubiera hastiado del tálamo y la antorcha nupcial,
a esta sola infidelidad habría podido tal vez sucumbir.

At regina gravi iamdudum saucia cura
vulnus alit venis et caeco carpitur igni.
Multa viri virtus animo multusque recursat
gentis honos; haerent infixi pectore vultus
verbaque nec placidam membris dat cura quietem.
[...]

(Libro IV)

Publio Virgilio Maro (70 a C. - 19 a C.)

Lee la Eneida


Una propuesta de Dolores Cruz Cabrera,
Profesora de Latín y Griego del IES "Guadalpín",
para celebrar su semana de Cultura Clásica

miércoles, 1 de abril de 2009

Homero. Ilíada

La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles ,
Maldita, que causó a los aqueos incontables dolores,
Precipitó al Hades muchas valientes vidas
De héroes y a ellos mismos los hizo presa para los perros
Y para todas las aves –y así se cumplía el plan de Zeus-,
Desde que por primera vez se separaron tras haber reñido
El Atrida, soberano de hombres , y Aquiles, de la casta de Zeus



μῆνιν ἄειδε θεὰ Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος
οὐλομένην, ἣ μυρί᾽ Ἀχαιοῖς ἄλγε᾽ ἔθηκε,
πολλὰς δ᾽ ἰφθίμους ψυχὰς Ἄϊδι προΐαψεν
ἡρώων, αὐτοὺς δὲ ἑλώρια τεῦχε κύνεσσιν
οἰωνοῖσί τε πᾶσι, Διὸς δ᾽ ἐτελείετο βουλή,
ἐξ οὗ δὴ τὰ πρῶτα διαστήτην ἐρίσαντε
Ἀτρεΐδης τε ἄναξ ἀνδρῶν καὶ δῖος Ἀχιλλεύς

(Canto I, 1)

Homero (Siglo VIII a. C.)

Los héroes de la Ilíada (de izquierda a derecha):
Menelao, Paris, Nicomedes 2, Odiseo, Néstor, Aquiles, Agamenón.

Lee la Iliada
Una propuesta de Dolores Cruz Cabrera,
Profesora de Latín y Griego del IES "Guadalpín",
en la semana de Cultura Clásica