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domingo, 8 de noviembre de 2009

De Góngora, Luis. Ilustre y hermosísima María


Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada Aurora,
Febo en tus ojos y en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que, de la edad Febo eclipsado
y el claro día vuelto en noche obscura,
huya la Aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura:
goza, goza el color, la luz, el oro.


Descarga la obra completa digitalizada de Góngora
enriquecida con archivos multimedia,

jueves, 4 de junio de 2009

Castelar Lorca, Sara. Collige, virgo, rosas.


El tiempo escribe su almanaque de huesos
y declina los pliegues del reloj en el implacable arco de las uñas.
Para la eternidad se suman nombres,
almas consagradas a La Estigia
como peces finales que se enroscan al sueño.

Resulta terrible la vejez de la araña
que multiplica en ocho la tristeza,
resulta tan terrible el aguijón alado de la arruga
posándose en el rostro, la consciencia del dios inanimado
que desde el vientre acude a despedirnos.

Deja que la ceguera selle el plomo de lo efímero
y el corazón se lacre con la avidez del siempre.

Sí, yo soy la que descansa sobre un río
y renegó de mares secundarios para sumarme al Uno,
la que disecciona uvas
para abrigar la lengua con su humedad carnosa,
la que aparta el revólver de la nuca con el que todos nacen,
la que baila
o gime
sobre el ribete terso de la noche.

Deja que la razón desborde hasta cambiarse el rostro,
hasta doblarse obscena sobre su propio cuerpo,
que sucia se derrame sobre los calendarios
y que el día se quiebre en sus terminaciones.

Sí, yo soy la que recoge las rosas
y corre tan descalza como las buganvillas,
la que traiciona al miedo con los besos más dulces
o descose los hilos del lenguaje donde lo eterno recta.

Porque siempre nunca es siempre jamás.

Sara Castelar Lorca

(Gracias a la autora por autorizar la publicación del poema en nuestro blog)

lunes, 30 de marzo de 2009

Horacio Flaco, Quinto. Carpe diem.

No preguntes, Leucónoe, para cuándo
fijaron los dioses tu muerte o la mía,
ni atiendas a las cábalas de Oriente:
sacrilegio es saber.
Mejor es aceptar lo que viniere,
ya sean muchos los inviernos que te otorgue
Júpiter, ya sea éste el último,
este que ahora fatiga al mar Tirreno
contra las blandas rocas.
Sé sabia: filtra el vino,
y ataja una larga esperanza,
porque duramos poco.
Mientras hablamos,
huye el tiempo celoso.
Goza el instante: no te fíes del mañana.


Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Ut melius, quidquid erit, pati,
seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, vina liques, et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

(Odas, 11)

Quinto Horacio Flaco (65 a. C. - 8 a. C.)

Lee las Odas, de Horacio
Una propuesta de Dolores Cruz Cabrera,
Profesora de Latín y Griego del IES "Guadalpín",
para celebrar su semana de Cultura Clásica

lunes, 9 de febrero de 2009

De la Vega, Garcilaso. Soneto XXIII.


En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena 5
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado 10
cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

Garcilaso de la Vega (1501-1536)

sábado, 7 de febrero de 2009

De Góngora, Luis. Mientras por competir con tu cabello.

Detalle de a venus de Urbino, de Tiziano

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora (1561-1627)

(Descarga obra completa de Góngora)