viernes, 13 de noviembre de 2009

Cumplimos 365 y ......." Vamos a hacer limpieza general", con Amalia Bautista


Vamos a hacer limpieza general
y vamos a tirar todas las cosas
que no nos sirven para nada, esas
cosas que ya no utilizamos, esas
otras que no hacen más que coger polvo,
las que evitamos encontrarnos porque
nos traen los recuerdos más amargos,
las que nos hacen daño, ocupan sitio
o no quisimos nunca tener cerca.
Vamos a hacer limpieza general
o, mejor todavía, una mudanza
que nos permita abandonar las cosas
sin tocarlas siquiera, sin mancharnos,
dejándolas donde han estado siempre;
vamos a irnos nosotros, vida mía,
para empezar a acumular de nuevo.
O vamos a prenderle fuego a todo
y a quedarnos en paz, con esa imagen
de las brasas del mundo ante los ojos
y con el corazón deshabitado.

Amalia Bautista (1962- )

Escucha este poema recitado por la propia autora:






****


Con esta entrada, hoy - viernes y 13, 365 poemas, Ni Un Día Sin Poesía durante un año - , cerramos este proyecto que fue bonito mientras duró.
Nuestro sincero y cordial agradecimiento a todos aquellos que con sus visitas y comentarios han venido dando ánimo. Sin ellos, no hubiéramos llegado hasta aquí.
Queda este blog como testimonio de la importancia de la poesía, como refugio para muchos y, tal vez, como recurso multimedia para labores escolares de alumnos y profes (¡ojalá!... )
Que la vida os vaya bien
y que seáis felices.
Un abrazo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Talens, Jenaro. Epitafio.


Epitafio

" yesca me han hecho de invisible fuego"
Francisco de la Torre

Fui un viejo juglar, y conté historias.
Mi nombre os es indiferente.
Sólo dejo constancia de mi oficio
porque fue oficio quien dictó mis versos
no la pequeña vida que viví,
ni su dolor, ni su insignificancia.
Ella murió conmigo, y aquí yace,
desnuda como yo, bajo esta piedra.

Jenaro Talens (1946 - )


Escucha el poema recitado por el propio autor en
Fundación March

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sabines, Jaime. Algo sobre la muerte del Mayor Sabines.


Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma, tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.

Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío
saca todo tu cuerpo de la muerte.

Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme y tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.

Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!

(De "Algo sobre la muerte de Mayor Sabines", 1973)

Jaime Sabines (1926-1999)

(Escucha al propio Sabines recitando la Parte Final
de este largo poema en La Palabra Virtual)

martes, 10 de noviembre de 2009

Anónimo. El corregidor y la molinera (romance)

Joaquín Díaz, músico y folclorista
En la provincia de Huelva,
había un molinero honrado
que ganaba su sustento
con un molino arrendado
y era casado con una moza
que era una rosa
y era tan bella
que el corregidor, madre,
se prendó de ella.

La regalaba, la prometía
hasta que un día
le pidió los favores
que pretendía.

Responde la molinera:

-Vuestros favores admito,
pero siento si nos pilla,
mi marido en el garlito,
porque el maldito
tiene una llave,
con la cual cierra,
con la cual abre
cuando es su gusto,
expuesto es que nos pille
y nos dé un gran susto.

Responde el Corregidor:

- Me estoy haciendo una idea
de mandarle en el molino
algo que allí le entretenga.
Según lo digo, será de trigo
porción bastante.
Que lo muela esta noche
que es importante,
para una idea que tengo oculta
bajo la multa
de doce duros.
Así será del modo, estemos seguros.

Allí por aquel molino
ha pasado un pasajero
que entendía de moler
tan bien como el molinero:

- Si tienes ansia por irte a casa
vete tranquilo
que esta noche sin falta
se muele el trigo.

Ha salido el molinero
y a su casa ya se ha ido.
Les ha encontrado a los dos
como en harina metidos.

Vete tranquilo, buen molinero,
ve a tu molino
no dejes que el vecino
te muela el trigo.

(Anónimo)

Versión de Joaquín Díaz


Lee más romances aquí

lunes, 9 de noviembre de 2009

Hanna. Como la vida.

(Fotografía: Universal Music Spain)

Yo quería ver el cielo como yo lo vi al nacer:
azulito con esmero y sin basura y sin la mierda
del país que se está cargando el cielo
y me está jodiendo a mi (bis)

Voy queriendo renacer, inventando mis canciones.
Voy siguiendo tus pasitos, a ver si me dan lecciones
y no puedo, porque no quiero, porque en el fondo me da miedo
de esta vida que me viene y que no me la merezco.
No me la merezco
ahh…
(Estribillo)
Y empecé a ser fuerte. Cómo no, a ser valiente.
Y empecé a correr, sin pensar en el ayer.
Y empecé a ser fuerte, a llevarme la corriente,
y empecé a comprender que la vida son dos días
y que el miedo no te deja andar ni ver.
No, no te deja andar ni ver.
Buscaré la solución a mis problemas y con mi amor
no me quitaré el sombrero hasta que no te lo hayas quitado tu primero.
Y empezaré a ser fuerte y empezaré a crecer
y a sonreír a la vida que me viene.
No la dejare atrás. Eso no me conviene.
Me conviene ser fuerte y sobre todo no rebelde.
Que ya me la he quitado,
que ya me la he quitado la coraza del pasado.
Y empecé a ser fuerte, como no, a ser valiente.
Y empecé a correr sin pensar en el ayer .
Y empecé a ser fuerte, a llevarme la corriente.
Y empecé a comprender que la vida son dos días
y que el miedo no te deja andar ni ver,
y es que el miedo no te deja andar ni ver

Yo quería ver el cielo como yo lo vi al nacer…

Ana Isabel Iglesias Ferrer (Madrid, 1985-)
más conocida por su nombre artístico:
Hanna


Para Irene, en su décimo octavo cunpleaños.

domingo, 8 de noviembre de 2009

De Góngora, Luis. Ilustre y hermosísima María


Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada Aurora,
Febo en tus ojos y en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que, de la edad Febo eclipsado
y el claro día vuelto en noche obscura,
huya la Aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura:
goza, goza el color, la luz, el oro.


Descarga la obra completa digitalizada de Góngora
enriquecida con archivos multimedia,

sábado, 7 de noviembre de 2009

Siles, Jaime. Variación barroca sobre un tema de Lucrecio


I

En una noche nos hacemos viejos
y, al despertar al mundo, la mañana
en la luz del cristal de la ventana
nos clava, como insultos, sus reflejos.

Los ojos en el agua son espejos
de la memoria llena de gris grana
y la palabra, para siempre cana,
nos deja sus acentos circunflejos.

En el lavabo de las horas lavo
el hollín de los días. Las semanas
dejan cal en el cuerpo; ladeada,
la sombra de los años; ignorada,
la inteligencia de las cosas vanas:
el grifo, el jabón, este lavabo.

II

El grifo, el jabón, este lavabo
adelantan la ciencia soberana
del existir: mirar por la ventana,
ver cuántas cosas cada día lavo.

Un resplandor de rayas, rojos lagos,
una copa, un libro, una mañana
de otro rostro mirando en la ventana
el mismo gris de sus contornos vagos

me hacen saber que acentos circunflejos,
auroras grises de los días, granas
sombras inmovilizan los espejos;
que somos el rumor de los reflejos
de las horas, los días, las semanas
y que una noche nos hacemos viejos.

Jaime Siles (1951 - )

Sobre su concepción poética

Entrevista a Siles en video

viernes, 6 de noviembre de 2009

Darío, Rubén. Letanías a nuestro señor don Quijote.

Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y lanza en ristre, toda corazón.

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias,
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

Caballero errante de los caballeros,
barón de los varones, príncipe de fieros,
par entre los pares, maestro, ¡salud!
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los aplausos o entre los desdenes,
y entre las coronas y los parabienes
y las tonterías de la multitud!

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
antiguas y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Escucha, divino Rolando del sueño,
a un enamorado de tu Clavileño,
y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
escucha los versos de estas letanías,
hechas con las cosas de todos los días
y con otras que en lo misterioso vi.

¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
con el alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de congojas y faltos de sol;
por advenedizas almas de manga ancha,
que ridiculizan al ser de la Mancha,
el ser generoso y el ser español!

[...]

Rubén Darío (1867-1916)

Otra página interesante:
Dariana

Video documental "Rubén Darío y el Modernismo"
del Instituto cervantes.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Alas Mínguez, Leopoldo. Poética.

POÉTICA

En los tiempos que corren, salvo si tengo miedo,
prefiero estar sin preguntarme nada.
No importa dónde quedan los días que han pasado
ni entender si es eterna la vida, breve o larga.
Lo único que pido son sentimientos claros
y ver la luz del sol cuando despierto.

Comprendo que se va estrechando el cerco
y que el azar me tiende inesperadas trampas.
Los sueños no me alteran porque sé que son vanos
y olvidar me libera de penosas jornadas.
En mañanas oscuras, pocas veces al año,
me cubro con la sábana y lloro por los muertos.

La condición y el tiempo, 1992

Leopoldo Alas Mínguez (La Rioja, 1962-2008)

Este poema está tomado del sitio
poéticas

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Pessoa, Fernando. El guardador de rebaños.


Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.

Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.

He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?

Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.

¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.

(Firmado por el heterónimo Alberto Caeiro)

Fernando Pessoa (1885-1935)

martes, 3 de noviembre de 2009

Labordeta, José Antonio. Ella.


La oigo trajinar en la cocina.
Canta - cuando su mano tomo
cantamos todos - una vieja canción
casi olvidada.

Hace ya tiempo
que su voz me suena a cotidiano,
como el agua, la guerra,
y las calizas grises de mi tierra.

Suena a viento y a espuma
y me repite las gracias primitivas
de mi hija - hace poco nació
y ya camina -. Hablamos de la paz,
del diario quehacer - día a día
cumplimos la jornada - y vemos,
en silencio, derrumbarse la tarde
en la ventana.

En la mesa camilla
- humeante la sopa - escuchamos
el parte de noticias:
Siempre hay alguien que ha muerto
- un ser es importante -
entre balas y golpes y lágrimas
que nada podrán contra la ausencia.

Se apagan las ventanas. Los vientos
se detienen. Alguien pasa al fondo de la calle
camino de su casa. Duerme mi hija
- la eternidad se hizo para ella -
con las manos abiertas, en franca confianza.

Hablamos en susurro - mientras hace labor -
de cosas conocidas, como el tiempo,
la paz y estas tierras, carmín, que nos cobijan
- Teruel tiene la sangre a flor de arena -.

Al descender la luz se hace el silencio
y fuera queda el mundo al descubierto.

José Antonio Labordeta (1935 - )

lunes, 2 de noviembre de 2009

Borges, Jorge Luis. A un gato.


A un gato


No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

Jorge Luis Borges. (1899-1986)
Obras campleta.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Zorrrilla, José. Don Juan Tenorio



DOÑA INÉS:
Callad, por Dios, ¡oh don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto,
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora,
su palabra seductora
y el amor que negó a Dios.
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan; en poder mío
resistirte no está ya;
yo voy a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame, porque te adoro.

DON JUAN:
¡Alma mía! Esa palabra
cambia de modo mi ser,
que alcanzo que puede hacer
hasta que el Edén se me abra.
No es, doña Inés, Satanás
quien pone este amor en mí;
es Dios, que quiere por ti
ganarme para Él quizás.
[...]
Acto IV, Escena III

José Zorrilla (1817-1893)

sábado, 31 de octubre de 2009

Bautista, Amalia. Cárcel de amor.


De todas las mujeres que has tenido
que me quieres a mí más que a ninguna
es lo que dices siempre. Sin embargo,
ellas pudieron compartir tu cama,

y a mí me has encerrado en este cuarto
en el que me visitas por las tardes,
me traes dulces y libros, y me hablas
de arte y literatura. Al despedirte

me das un paternal beso en la frente
y así hasta el otro día. Y yo me quedo
sola y me aburro. Y echo en falta un hombre.

Por eso no te extrañes, amor mío,
si vienes a mi celda por sorpresa
y me ves abrazada al carcelero.

Amalia Bautista (1962-)

viernes, 30 de octubre de 2009

Bousoño, Carlos. Algo en mi sangre...


Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.

Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.

De "Primavera de la muerte" 1946

Carlos Bousoño, (1923- )

Bousoño, Principe de Asturias de las Letras 1995

jueves, 29 de octubre de 2009

De la Vega, Garcilaso. "Cuando me paro a contemplar..."


Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por do me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si ella quisiere, y aun sabrá quererlo;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacerlo?

Garcilaso de la Vega (1501-1536)

miércoles, 28 de octubre de 2009

Anónimo. "Cuando me paro a contemplar..."

«Quando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los cuernos que en mi frente veo,
sigún tube de cuernos el deseo,
a tener más pudiera aver llegado.

No soi carnero yo, sino venado,
y aun toro de Jarama, sigún creo;
de cuernos quise hacer un rico empleo,
doblé el caudal y ansí gané un cornado.

Nazi debajo el signo Capricornio,
el qual me ynfluye su figura propia,
y diome el Aries al nazer un toque.

Y ansí quedé en figura de Unicornio,
y aora soi la misma cornucopia.»
Valdés lo dijo ai pie de un alcornoque.

Anónimo
(Aunque lo escribiera el tal "Valdés"...)

Sobre las versiones de
"Cuando me paro a contemplar mi estado..."

martes, 27 de octubre de 2009

Brines, Francisco. Causa del amor


Cuando me han preguntado la causa de mi amor
yo nunca he respondido: Ya conocéis su gran belleza.
(Y aún es posible que existan rostros más hermosos.)
Ni tampoco he descrito las cualidades ciertas de su espíritu
que siempre me mostraba en sus costumbres,
o en la disposición para el silencio o la sonrisa
según lo demandara mi secreto.
Eran cosas del alma, y nada dije de ella.
(Y aún debiera añadir que he conocido almas superiores.)

La verdad de mi amor ahora la sé:
vencía su presencia la imperfección del hombre,
pues es atroz pensar
que no se corresponden en nosotros los cuerpos con las almas,
y así ciegan los cuerpos la gracia del espíritu,
su claridad, la dolorida flor de la experiencia,
la bondad misma.
Importantes sucesos que nunca descubrimos,
o descubrimos tarde.
Mienten los cuerpos, otras veces, un airoso calor,
movida luz, honda frescura;
y el daño nos descubre su seca falsedad.

La verdad de mi amor sabedla ahora:
la materia y el soplo se unieron en su vida
como la luz que posa en el espejo
(era pequeña luz, espejo diminuto);
era azarosa creación perfecta.
Un ser en orden crecía junto a mí,
y mi desorden serenaba.
Amé su limitada perfección.

Francisco Brines (1935- )

(Escucha al propio autor recitando su poema)

lunes, 26 de octubre de 2009

Talens, Jenaro. Monólogo en Colfax Avenue.


Monólogo en Colfax Avenue

Estas palabras que te escribo
piensan de modo diferente
y en otras cosas que no son tú y yo.
Pero es difícil rehuirlas. Vienen
para negarme la mudez, ser carne,
aún sabiéndose infieles
porque no son espejos, ni conocen
el temblor que te invade cuando duermes
desnuda junto a mí. No sé decirlo
y, sin embargo, ellas acuden siempre
y te acarician. Las palabras son
mi forma de estar solo y ofrecerte
una pequeña sensación, un gesto
sin importancia. Tómalas. No mienten.
Son como son. No buscan la agonía,
pero tampoco eluden convertirse en muerte,
dar testimonio sin venir a mí,
ser ellas mismas aunque yo las niegue.
Si mis palabras no hablan del amor, es sólo
porque piensan de modo diferente.

De "Tabula rasa" (1985)
Jenaro Talens (1946 - )

Otros poemas del autor en:

domingo, 25 de octubre de 2009

De Góngora, Luis. "De pura honestidad templo sagrado..."


De pura honestidad templo sagrado,
cuyo bello cimiento y gentil muro
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

pequeña puerta de coral preciado,
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro sol, en cuanto en torno gira,
ornan de luz, coronan de belleza;

ídolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta y tus virtudes reza.



Escucha el poema en
Biblioteca Virtual Cervantes

sábado, 24 de octubre de 2009

De Alcázar, Baltasar. Yo acuerdo revelaros un secreto...


Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en éste siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.

Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga,
que van fuera ocho versos del soneto.

Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado,
que teniendo el soneto ya en la boca
y el orden de decillo ya estudiado,

conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés es acabado.

Baltasar de Alcázar (1530-1606)

(Lee y escucha otros poemas de este autor)

viernes, 23 de octubre de 2009

Bautista, Amalia. Desnudo de mujer.


Para ti nunca fui más que un pedazo
de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca viste más que piedra
y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
jamás imaginaste que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mis senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.
Pero, de todo, lo que más me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:
«Desnudo de mujer», como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste.

Amalia Bautista (1962-)

Escucha el poema recitado por la propia autora:


jueves, 22 de octubre de 2009

Atencia, Mª Victoria. Como un roce en sus labios.

Que alguien pase mis páginas,
pues que debo perderme en la oscura raíz de mi arboleda.
Puedo escuchar cómo gime el silencio
y ya soy sólo un roce en sus labios,
aunque el escribidor de versos
sólo sea alguien que habla de cosasque no entiende.

Que me recorra un soplo y pueda yo alcanzar,
sin que quizás me entienda,
a escribir cada día una línea distinta,
para inventar la vida que me falta,
y me aprenda,
y me olvide,
pues me sé de memoria después de tantos años.

No deteriora el tiempo la belleza:
la perfecciona
en otra manera de hermosura.

("De pérdidas y adioses", 2005)

Mª Victoria Atencia (1931- )

(Fuente: Palacio de los Patos - Granada)

miércoles, 21 de octubre de 2009

D'Ors, Miguel. Quod erat demonstrandum.


Nel mezzo del cammin di nostra (bueno,
ya sé que a estas alturas
—año 44 de mi vida—
este comienzo peca de notorio optimismo,
pero también es cierto
que nadie negará su calidad estética,
comprobada a lo largo de casi siete siglos,
y como, encima, corren vientos culturalistas
y céfiros sutiles
de intertextualidad, miel sobre hojuelas);
como estaba diciendo, a estas alturas
en que ya tengo claro, irreversiblemente,
lo que nunca seré,
o, con otras palabras, habiendo descubierto
que Dios no me introdujo en Su Creación
para ser el primero de la clase, ni el hijo
que mis padres soñaron, ni el hermano modelo;
con certeza absoluta
de que el papel (ahora un ligero toque
calderoniano) que me fue asignado
en este Gran Teatro
por su Divino Autor no era el de campeón
olímpico de nada, ni el de buen alpinista
—y mira que lo siento—,
ni el de príncipe azul de la que es mi mujer
(ni, por lo visto, de ninguna otra),
ni el de papá perfecto; ya sabido
definitivamente
que tampoco nací para ser un maestro
de la Filología, ni siquiera —según
consta en cierto expediente más o menos gallego
(aunque no de Galicia, y yo me entiendo)—
un mero catedrático de una Universidad
pobre, torpe, mezquina y, por si fuera poco,
además española,
y que a la Poesía —libros cantan
(es un decir, porque cantar, lo que se dice
cantar, poquita cosa)—
le soy perfectamente prescindible;
y no teniendo grandes
(ni siquiera medianas) perspectivas
en el corto horizonte que me espera
(porque mucho me temo que la nieve
de Wyoming se quede como estaba
y que a los yanomanis tenga que seguir viéndolos
silenciados, inmóviles y planos
en National Geographic,
y en cuanto al jazz, es superimposible
que llegue a parecerme —ni a cincuenta kilómetros
de distancia— a Louis Armstrong, Duke Ellington o el Pájaro,
sin olvidar el conocido hecho
de que a todas mis buenas intenciones
les sale siempre al paso miguel d’ors
y lo echa a perder todo),
no le encuentro a mi vida otro motivo
(la causa, en escolástico, finalis),
otra razón de ser, otro sentido
que cumplir el designio
que Dios trazó desde antes del comienzo del tiempo
—Él sabrá Sus porqués—
de soltar por el mundo a un tontolaba
químicamente puro.
Designio inescrutable y sagrado, que acepto,
alabo y agradezco. Y que, modestia aparte
pero franqueza no, no voy siguiendo
del todo mal: cuando la muerte venga
—ahora Jorge Manrique— a llamar a mi puerta,
por lo menos podré decir: «Misión cumplida:
fui el fracaso perfecto.»

(De "El misterio de la felicidad", 2009)

Miguel D'Ors (1946 - )

DÓrs, Miguel. Esposa.

Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando: siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.

(De "Chrónica", 1982)

Miguel D'Ors (1946 - )

D'Ors, Miguel. Es lo que llaman gloria.


Desconocidos que te escriben cartas.
En tus versos, confiesan -entre un torpe amasijo
de entusiasmo, inocencia y metáforas ciegas-,
reconocen su vida.

Muchachos que han quemado unos pedazos
de sus mejores años componiendo,
con la más despiadada sinceridad, poemas
tuyos (que te parecen tan mediocres
como los tuyos tuyos).

Antologizadores que te ponen,
como ropas extrañas, adjetivos,
etiquetas, propósitos que jamás soñarías.

Amigas de tus hijas que te estudian en Lengua
y que tienen que hacer un comentario
de texto (¿o cementerio?) y te preguntan
sobre las estructuras.

Hispanistas que vienen a enseñarte quién eres.

Y tú siempre dudando -y dudando tus dudas-
si es que ellos no se enteran
de nada, o si tal vez están burlándose
de ti, confabulados
en una broma cósmica (pero esto me parece
demasiada crueldad para ser verosímil),
o si acaso -y entonces eres tú
quien no se entera- de tu boca sale
la voz incandescente de un algún ángel
-pero esto es ya ponerse demasiado sublime-.

Sólo hay dos cosas claras:
que por alguna parte hay un malentendido
y que todo este embrollo
es lo que llaman Gloria.

De "Poesías escogidas"

Miguel D'Ors (1946- )

D'Ors, Miguel. Por favor.


Se van muriendo uno tras otro
como en las películas de náufragos
o de aviones estrellados en neveros incógnitos.

Sucumbió el portero de fútbol catequístico
y el bailarín de valses bajo la luz periódica de un faro

y el estudiante que sueña
un verano arqueológico en Egipto

y el insensato que sufre por unos ojos
que eran una sucursal del Cantábrico

y el posible profesor de español en Colorado.

Ahora está agonizando -es evidente- el aspirante a gran poeta
y no vivirá mucho el montañero que conoce por sus nombres
todas las aguas de Belagua y Zuriza.

No sé cuáles serán los supervivientes definitivos,
los miguel d'ors que lleguen a la última secuencia
-que según los antiguos es el paso de un río-,
pero le pido al Cielo que en aquel grupo esté, por favor,
el muchacho que una tarde,
mirándote mirar el escaparate de la librería Quera
en la calle Petritxol de Barcelona,
empieza a enamorarse de ti como un idiota.

(De "Hacia otra voz más pura"
, 1999) Miguel D'Ors (1946- )

Su concepción poétíca

De Herrera, Fernando. Ardiente hebras do se ilustra el oro.


Ardientes hebras do se ilustra el oro,
de celestial ambrosía rociado
tanto mi gloria sois y mi cuidado
cuanto sois del amor mayor tesoro,

luces que al estrellado y alto coro
prestáis el bello resplandor sagrado,
cuanto es Amor por vos más estimado
tanto humildemente os honro más y adoro.

Purpúreas rosas, perlas de Oriente,
marfil terso y angélica armonía,
cuanto os contemplo tanto en vos me inflamo

y cuanta pena el alma por vos siente
tanto es mayor valor y gloria mía,
y tanto os temo cuanto más os amo.

Fernando de Herrera (1534-1597)

martes, 20 de octubre de 2009

Lope de Vega, Félix. "Ir y quedarse..."


Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer del cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

Félix Lope de Vega (1562-1635)

Biblioteca Virtual Cervantes

lunes, 19 de octubre de 2009

Menassa, Alejandra. Oda a la poesía.

Tú: la forma más pura del lenguaje.
Eres un hombre lúbrico y su semen.
Tú: decantación de la humana historia o su milagro,
su sostén y sus alas,
único acercamiento posible a lo indecible.
Refulgentes como astros se alzan de la tumba
tus poetas, los que moran en tu vientre,
los que haces nacer en plena página,
aquellos que pares cada día a la luz rosada del poniente.
Te arrastras por el barro con el soldado,
te me vuelas de noche con las trapecistas
gozas en la cama de las meretrices,
acompañas insomne las noches de trabajo del galeno,
te pierdes en la luz insistente de la fábrica,
en la luz tenue de los teatros,
en la luz cefálica de las minas.
Haces girar el mundo con tu ritmo,
con tus exhalaciones se pueblan las cantinas,
en tu sangre laten el poeta, el sacerdote y el mendigo.
El agujero por donde se entra al mundo,
no es ese que el pincel de Courbet inmortaliza;
son tus brazos ahuecando la muerte para que el poeta nazca,
son tus piernas abriéndose a la noche para exhalar su alma.
Eres del hombre, su diamante,
su gema maravillosa, pero también, el resto del lenguaje;
desperdicio, vacío que lo hace nacer,
el epitafio del sentido,
la muerte de la razón,
la burla de la carne.
Dama inmortal, hombre sacrílego,
muere el dolor acuchillado, en tu presencia.

Alejandra Menassa de Lucia

Otros poemas de Alejandra Menassa

domingo, 18 de octubre de 2009

De Espronceda, José. Canto a Teresa.


Canto a Teresa

II

A Teresa. Descansa en paz.
(Fragmento)

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
no consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
de un corazón, que penas a millares,
¡ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh! ¡dichosos mil veces! sí,dichosos
los que podéis llorar y ¡ay! sin ventura
de mí, que entre suspiros angustiosos,
¡ahogar me siento en infernal tortura!
¡Retuércese entre nudos dolorosos
mi corazón gimiendo de amargura! …
También tu corazón hecho pavesa,
¡ay! lleg6 a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?

Aún parece, Teresa, que te veo
aérea como dorada mariposa,
ensueño delicioso del deseo,
sobre tallo gentil temprana rosa,
del amor venturoso devaneo,
angélica, purísima y dichosa,
y oigo tu voz dulcísima, y respiro
tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
a los cielos su azul, y las rosadas
tintas sobre la nieve, que envidiaron
las de mayo serenas alboradas;
y aquellas horas dulces que pasaron
tan breves ¡ay! como después lloradas,
horas de confianza y de delicias,
de abandono, y de amor, y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
y pasaba a la par nuestra ventura;
y nunca nuestras ansias las contaban,
tú, embriagada en mi amor, yo, en tu hermosura,
las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
llanto tal vez vertiendo de ternura,
que nuestro amor y juventud veían,
y temblaban las horas que vendrían.

(De “El diablo mundo”)

José de Espronceda (1808-1842)

sábado, 17 de octubre de 2009

Colinas Antonio. Signos en la piedra.



Sigue la senda de las piedras musgosas,
la que conduce a la gran roca,
a la raíz del ara, 
a la raíz eterna
del tiempo.
Mira la nieve humilde de la cima
tutelar,
donde se cierra el círculo
que se abriera en tu infancia,
donde se abre la noche del ser
en la luz que es más luz,
donde ya no hay preguntas
ni respuestas.    

En esa nieve posa tus dos ojos.
Luego, pósalos en el ara
y respira profundo.
Posa también tus manos:
que se aquieten tus manos como palomas,
que echen raíces 
en el silencio helado de la piedra.
Verás en ella señales muy leves,
signos dictados por el firmamento,
los símbolos de un tiempo infinito
que va huyendo de ti,
mas que a la vez está en tu interior:
revelación del alma que no muere.    

No podrás ir más allá.
No debes ir más allá.

(De "Desiertos de la luz", 2008)

Escucha recitar su poema al propio Antonio Colinas


viernes, 16 de octubre de 2009

De Quevedo, Fco. A Dafne, huyendo de Apolo.


Tras vos, un alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
pues vais del Sol y de la luz huyendo.

Él os quiere gozar, a lo que entiendo,
si os coge en esta selva tosca y ruda:
su aljaba suena, está su bolsa muda;
el perro, pues no ladra, está muriendo.

Buhonero de signos y planetas,
viene haciendo ademanes y figuras,
cargado de bochornos y cometas."

Esto la dije; y en cortezas duras
de laurel se ingirió contra sus tretas,
y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.

Francisco de Quevedo (1580-1645)

jueves, 15 de octubre de 2009

Alas Mínguez, leopoldo. Apocalipsis.


Apocalipsis

Sociedad de náufragos que exhiben sus naufragios.
Enjambres de pequeños egos
o máquinas de reclamar afecto.
Con una sed obscena de protagonismo
el hombre masa proclama
a la desesperada su individualismo.
Demasiados mensajes
como para leer ni tan sólo uno de ellos.
No existe el receptor de tantos emisores.
Al menos las plegarias se las hacían a un Dios.
Pero no hay público para tanto artista
ni penitencia posible para tantas confesiones.

¡Si nos dejaran descansar a los unos de los otros!
Cuánta paz encuentro en recogerme y en aislarme
de esa red de intromisiones constantes: por la calle,
en las pantallas, al teléfono.
Bajo a buscar provisiones y enseguida vuelvo a casa.
Fuera hay demasiadas vanidades,
un exceso de sujetos sin objeto.
Dentro puedo no hacer, no pensar,
no preguntar ni responder,
ni mostrarme ni ocultarme.
Entre estas paredes, que son más de cuatro,
puedo no explicarme nada ni explicárselo a nadie.
Puedo descansar de los sentimientos y del deseo.

Me agotan las agonías
de tantas personas insustanciales
y me rompe la dolorosa manía
que tienen nuestros mejores amigos
de morir de uno en uno.
Ahora sabemos que nadie vendrá a rescatarnos.

Este poema está tomado del blog del autor,
una casa deshabitada después de su muerte,
pero que nos espera abierto de par en par,
siempre amigo, hospitalario, humano...

Leopoldo Alas Mínguez (La Rioja, 1962-2008)

miércoles, 14 de octubre de 2009

Darío, Rubén. A Margarita Debayle.


Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.

Un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía,
y así, dijo la verdad:
"Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad."

Y el rey clama: "¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar."

Y dice ella: "No hubo intento:
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté."

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver."

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí."

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesa está bella,
pues ya tiene el prendedor,
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento

Ya que lejos de mí vas a estar
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

(1908)

Margarita Debayle a los 16 años

martes, 13 de octubre de 2009

Rodríguez, Silvio. El breve espacio en que no estás.


Todavía quedan restos de humedad.
Sus olores llenan ya mi soledad.
En la cama su silueta
se dibuja cual promesa
de llenar el breve espacio en que no está.
Todavía yo no sé si volverá.
Nadie sabe al día siguiente lo que hará.
Rompe todos mis esquemas.
No confiesa ni una pena,
no me pide nada a cambio de lo que da.
Suele ser violenta y tierna.
No habla de uniones eternas,
más se entrega cual si hubiera
sólo un día para amar.
No comparte una reunión
más le gusta la canción
que comprometa su pensar.
Todavía no pregunté: te quedarás.
Temo mucho la respuesta de un jamás.
La prefiero compartida
antes que vaciar mi vida.
No es perfecta mas se acerca a lo que yo
simplemente soñé.

(Pablo Milanés - Silvio Rodriguez)


lunes, 12 de octubre de 2009

Sabines, Jaime. Uno es el hombre,



Uno no sabe nada de esas cosas
que los poetas, los ciegos, las rameras
llaman misterio, temen y lamentan.
Uno nació desnudo, sucio,
en la humedad directa,
y no bebió metáforas de leche,
y no vivió sino en la tierra
(La tierra que es la tierra y es el cielo
como la rosas rozadero piedra).

Uno apenas es una cosa cierta
que se deja vivir, morir apenas,
y olvida cada instante, de tal modo
que cada instante, nuevo lo sorprenda.

Uno es algo que vive,
algo que busca pero encuentra,
algo como hombre o como Dios o yerba
que en el duro saber lo de este mundo
halla el milagro en actitud primera.

Fácil tiempo ya, fácil la muerte,
fácil y rigurosa y verdadera
toda intención de amor que nos habita
y toda soledad que nos perpetra.
Aquí esta todo, aquí. Y el corazón aprende
-alegría y dolor-toda presencia;
el corazón constante, equilibrado y bueno,
se vacía y se llena.

Uno es el hombre que anda por la tierra
y descubre la luz y dice: es buena,
la realiza en los ojos y la entrega
en la rama del árbol, al río, a la cuidad,
al sueño, a la esperanza y ala espera.

Uno es ese destino que penetra
la piel de Dios a veces,
y se confunde en todo y se dispersa.

Uno es el agua de la sed que tiene,
el silencio que nuestra lengua,
el pan, la sal, y la amorosa urgencia
de aire movido en cada célula.

Uno es el hombre-lo han llamado hombre-
que lo ve todo abierto, y calla y entra.

Jaime Sabines (1926-1999)


domingo, 11 de octubre de 2009

Bautista, Amalia. ¿Qué haces aquí?


Creía que te había dicho adiós,
un adiós contundente, al acostarme,
cuando pude por fin cerrar los ojos
y olvidarme de ti y de tus argucias,
de tu insistencia, de tu mala baba,
de tu capacidad para anularme.
Creía que te había dicho adiós
del todo y para siempre, y me despierto
y te encuentro de nuevo junto a mí,
dentro de mí, abarcándome , a mi vera,
invadiéndome, ahogándome, delante
de mis ojos, enfrente de mi vida,
debajo de mi sombra, en mis entrañas,
en cada pulso de mi sangre, entrando
por mi nariz cuando respiro, viendo
por mis pupilas, arrojando fuego
en las palabras que mi boca dice.
Y ahora, ¿qué hago yo?, ¿ cómo podría
desterrarte de mí o acostumbrarme
a convivir contigo? Empezaremos
por demostrar modales impecables.
Buenos días, tristeza.

Escucha aquí otros poemas recitados por la propia autora

sábado, 10 de octubre de 2009

García Lorca, Federico. El lagarto está llorando...

A Mademoiselle Teresita Guillén
tocando un piano de siete notas.

El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran!,
¡ay! ¡ay! ¡cómo están llorando!

Federico García Lorca (1898-1936)