miércoles, 30 de septiembre de 2009

García Lorca, Federico. Romancero gitano. Muerte de Antoñito Camborio



A José Antonio Rubio Sacristán
Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrella clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.

Antonio Torres Heredia.
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
Mis cuatro primos Heredias
Hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.

Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
¡Ay, Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la guardia civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.

Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.

Federico García Lorca (1898-1936)


martes, 29 de septiembre de 2009

Waits, Tom. Los fantasmas del sábado noche.

Un taxi peina la serpiente intentando agenciarse esa última carrera

de la noche

y un marinero solitario que gasta los hechos de su vida
como calderilla con desconocidos
palpa el bolsillo interior de su zamarra
en busca de unos bienvenidos veinticinco centavos
y la última colilla retorcida de un paquete de Kents
mientras sueña con una camarera con ojos de Nescafé
y muslos de mermelada, de pelo amarillo revuelto
su nombre tachonado de falsos diamantes dice: "Irene"
mientras se aparta los mechones de rubia agua de fregar

de los ojos


y el faro Texaco ilumina al empleado con cinturón de acero
con un "oferta en correas y válvulas"...
gritando "llénelo y comprueba ese aceite"
"sabe, puede que sea un distribuidor o bien una bobina"


la última edición de la madrugada está en las estanterías
y el llorón de la ciudad llora con monedas en las manos
salchichas envueltas en bacón
sesenta y nueve centavos huevos dados la vuelta
y un paquete de Kents
dos huevos pochados sobre una salchicha
puedes hundirlos y hasta dentro
patatas a lo pobre, patatas a lo pobre
sabes que no puedo llegar tarde

y el primer amanecer casca una alfombra de diamantes
sobre un terreno sembrado de coches al contado
lleno de Coupes Devilles crepusculares
dejando la ciudad en las manos del que barre
los fantasmas del sábado noche.

Tom Waits

lunes, 28 de septiembre de 2009

Calderón de la Barca, Pedro. La Vida es sueño. ¡Ay mísero de mí...!

Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

Ecucha este fragmento: 


domingo, 27 de septiembre de 2009

Vallejo, César. Los heraldos negros.


Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé

César Vallejo (1892-1938)


sábado, 26 de septiembre de 2009

Rodríguez, Claudio. Hilando.



("La hilandera de espaldas", del cuadro de Velázquez)
Tanta serenidad es ya dolor.
Junto a la luz del aire
la camisa ya es música, y está recién lavada,
aclarada,
bien ceñida al escorzo
risueño y torneado de la espalda,
con su feraz cosecha,
con el amanecer nunca tardío
de la ropa y la obra. Este es el campo
del milagro: helo aquí,
en el alba del brazo,
en el destello de estas manos, tan acariciadoras
devanando la lana:
el hilo y el ovillo,
y la nuca sin miedo, cantando su viveza,
y el pelo muy castaño
tan bien trenzado,
con su moño y su cinta;
y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.

Con la velocidad del cielo ido,
con el taller, con
el ritmo de las mareas de las calles,
está aquí, sin mentira,
con un amor tan mudo y con retorno,
con su celebración y con su servidumbre.
Claudio Rodríguez (1934-1999)

"Las hilanderas". Diego Velázquez

Escucha poemas recitados de Claudio Rodríguez aquí

viernes, 25 de septiembre de 2009

De Berceo, Gonzalo. Milagros de Nuestra Señora: El labrador avaro. El romero de Santiago

Ilustración de Gonzalo de Berceo
que se conserva en la Casa de los Chapiteles (Logroño).

270 Era en una tierra un homne labrador
que usaba la reja más que otra labor;
más amaba la tierra que non al Crïador,
era de muchas guisas homne revolvedor.

271 Facié una nemiga, fuciela por verdat,
cambiaba los mojones por ganar heredat,
facié a todas guisas tuerto e falsedat,
habié mal testimonio entre su vecindat.

272 Querié, peroque malo, bien a Sancta María,
udié sus miráculos, dábalis acogía;
saludábala siempre, diciéli cada día:
«Ave gratïa plena que parist a Mesía.»

273 Finó el rastrapaja de tierra bien cargado,
en soga de dïablos fue luego cativado,
rastrávanlo por tienllas, de coces bien sovado,
pechávanli a duplo el pan que dio mudado.

274 Doliéronse los ángeles d'esta alma mesquina,
por cuanto la levaban dïablos en rapina;
quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
mas pora fer tal pasta mengualis farina.

275 Si lis dicién los ángeles de bien una razón,
ciento dicién los otros, malas que buenas non;
los malos a los bonos teniénlos en rencón,
la alma por pecados non isié de presón.

276 Levantóse un ángel, diso: «Yo só testigo,
verdat es, non mentira esto que yo vos digo:
el cuerpo, el que trasco esta alma consigo,
fue de Sancta María vasallo e amigo.

277 Siempre la ementaba a yantar e a cena,
diciéli tres palabras: 'Ave gratïa plena';
la boca por qui esié tan sancta cantilena
non merecié yacer en tan mal cadena.»

278 Luego que esti nomne de la Sancta Reina
udieron los diablos cogieron's ad ahina;
derramáronse todos como una neblina,
desampararon todos a la alma mesquina.

279 Vidiéronla los ángeles ser desemparada,
de piedes e de manos con sogas bien atada;
sedié como oveja que yace ensarzada,
fueron e adusiéronla pora la su majada.

280 Nomne tan adonado e de vertut atanta,
que a los enemigos seguda e espanta,
non nos debe doler nin lengua nin garganta
que non digamos todos; «Salve Regina Sancta».

Gonzalo de Berceo

Escucha también el milagro "El romero de Santiago",
recitado por el profesor JLG en su cuenta de Ivoox

jueves, 24 de septiembre de 2009

Arcipreste de Hita, Juan Ruiz. Libro del buen amor: Pitas Payas...


472 No abandones tu dama, no dejes que esté quieta,
siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
no quieren en su casa pasar días de fiesta,
no quieren el olvido; cosa probada y cierta.

473 Es cosa bien segura: molino andando gana,
huerta mejor labrada da la mejor manzana,
mujer muy requerida anda siempre lozana;
con estas tres verdades no obrarás cosa vana.

474 Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña;
si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña).
Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña,
casó con mujer joven que amaba la compaña.

475 Antes del mes cumplido dijo él: - Señora mía,
a Flandes volo ir, regalos portaría.
Dijo ella: - Monseñer, escoged vos el día,
Mas no olvidéis la casa ni la persona mía.

476 Dijo don Pitas Payas: -Dueña de la hermosura,
Yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura
Para que ella os impida hacer cualquier locura.
Dijo ella: - Monseñer, haced vuestra mesura.

477 Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero
y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero;
estuvo allá dos años, no fue azar pasajero.
Cada mes a la dama parece un año entero.

478 Hacía poco tiempo que ella estaba casada,
había con su esposo, hecho poca morada;
su amigo tomó y estuvo acompañada,
deshízose el cordero, ya de él no queda nada.

479 Cuando supo la dama que venía el pintor,
muy de prisa llamó a su nuevo amador;
dijo que le pintase, cual supiese mejor,
en aquel lugar mismo un cordero menor.

480 Pero con la gran prisa pintó un señor carnero,
cumplido de cabeza, con todo un buen apero.
Luego, al siguiente día, vino allí un mensajero:
Que ya don Pitas Payas llegaría ligero.

481 Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
Su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
Cuando ya en su mansión con ella se ha metido,
La señal que pintara no ha echado en olvido.

482 Dijo don Pitas Payas: - Madona, perdonad,
mostradme la figura y tengamos solaz.
- Monseñer -dijo ella-, vos mismo la mirad,
todo lo que quisieres hacer, hacedlo audaz.

483 Miró don Pitas Payas el sabido lugar
y vio aquel gran carnero con armas de prestar.
- ¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar
que yo pinté corder y encuentro este manjar?

484 Como en estas razones es siempre la muger
sutil y mal sabida, dijo: - ¿Qué, monseñer?
¿Petit corder, dos años, no se ha de hacer carner?
Si no tardaseis tanto, aún sería corder.

485 Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza.
No seas Pitas Payas, para otro, no se cueza;
incita a la mujer con gran delicadeza
y si promete al fin, guárdate de tibieza.

486 Alza Pedro la liebre, la saca del cubil,
mas, si no !a persigue, es un cazador vil.
Otro Pedro la sigue, la corre más sutil
y la toma: esto pasa a cazadores mil.

487 Medita la mujer: - Otro Pedro es aqueste,
más apuesto y osado, mejor amante es éste;.
comparado con él no vale el otro un feste,,
con el nuevo iré yo, ¡Dios ayuda me preste!

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (- c. 1351)

miércoles, 23 de septiembre de 2009

García Lorca, Federico. Romancero gitano. Prendimiento de Antoñito Camborio.

Lorca con su amiga, la actriz Margarita Xirgu

(A Margarita Xirgu
)

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.

Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.

A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.

Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.

Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.

Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.

Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.

Federico García Lorca (1898-1936)




martes, 22 de septiembre de 2009

González, Ángel. Introducción a las fábulas...


Durante muchos siglos
la costumbre fue ésta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado
europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero —y perdonad la petulancia—
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejá atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
—ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente—
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda.

Ángel González (1925-2008)

(Escucha el poema recitado por el autor)


lunes, 21 de septiembre de 2009

Vallejo, César. Masa.


Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
Con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
si Abrazó al primer hombre; echóse a andar.

[10 de noviembre de 1937]

César Vallejo (1892-1938)

(Escucha la recitación de Leonardo Sbaraglia)