(Apolo y Dafne, de Bernini)
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Garcilaso de la Vega (1501-1536)
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Garcilaso de la Vega (1501-1536)
Eterno e invencible soneto. Siempre corriendo Apolo, siempre esquiva Dafne. Uno de los momentos más mágicos de la poesía en esta metamorfosis en árbol, tan dinámica y lograda por Garcilaso.
ResponderEliminarAmor a raudales, sus lágrimas la hacen crecer...
Qué hermoso soneto.
Este poema Garcilaso, así lo lea miles y miles de veces, siempre me tocará más allá y mucho más allá aún...
ResponderEliminarGracias amigo!!