Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que torna el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece con mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.
Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde a mi pisada,
me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío;
y a tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
De "Escrito a cada instante" (1949)
Leopoldo Panero (1909-1962)
hacia la luz primera que torna el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece con mansa locura.
Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.
Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde a mi pisada,
me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío;
y a tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
De "Escrito a cada instante" (1949)
Leopoldo Panero (1909-1962)
Momentos de incertidumbre, terribles desencuentros en la vida, una mano que te guía quizás sin saber, pero necesitamos dejarnos guiar en algún momento y esa mano será el agarradero en el precipicio de una existencia, y quizás no caigamos, pero ¿y la soledad?
ResponderEliminarEstremecedor. Qué gusto de poemas, profe.
Como siempre un placer inmenso este paseo. Un besito