domingo, 20 de septiembre de 2009

Celaya, Gabriel. A Blas de Otero.



Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes,
y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe.

Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse:
El semillero hirviente de un corazón podrido,
los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas,
los días cualesquiera que nos comen por dentro,
la carga de miseria, la experiencia —un residuo—,
las penas amasadas con lento polvo y llanto.

Nos estamos muriendo por los cuatro costados,
y también por el quinto de un Dios que no entendemos.
Los metales furiosos, los mohos del cansancio,
los ácidos borrachos de amarguras antiguas,
las corrupciones vivas, las penas materiales...
todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro.

Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo.
La llama que nos duele quería ser un ala.
Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo.
Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aun si pecas,
sabes también por dentro de una angustia rampante,
de poemas prosaicos, de un amor sublevado.

[...]

Lee el poema completo (y otros de Celaya) en
A media voz

Gabriel Celaya (1911-1991)

(Lee y escucha otros poemas de Gabriel Celaya)

2 comentarios:

  1. Sólo los poetas entienden de sublimes dolores y amores sublevados. Precioso. Un besazo.

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  2. Estoy totalmente de acueredo con Elena, y seguro si con mi amiga Martha Cedeño, literata, poeta, y más..., entrásemos en un diálog sobre el tema, yo sólo tendría que callar, porque ante una cátedra de ella y seguro que tuya, sólo mi ignorancia se reduciría.
    Un abrazo.
    Isabel

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