martes, 3 de noviembre de 2009

Labordeta, José Antonio. Ella.


La oigo trajinar en la cocina.
Canta - cuando su mano tomo
cantamos todos - una vieja canción
casi olvidada.

Hace ya tiempo
que su voz me suena a cotidiano,
como el agua, la guerra,
y las calizas grises de mi tierra.

Suena a viento y a espuma
y me repite las gracias primitivas
de mi hija - hace poco nació
y ya camina -. Hablamos de la paz,
del diario quehacer - día a día
cumplimos la jornada - y vemos,
en silencio, derrumbarse la tarde
en la ventana.

En la mesa camilla
- humeante la sopa - escuchamos
el parte de noticias:
Siempre hay alguien que ha muerto
- un ser es importante -
entre balas y golpes y lágrimas
que nada podrán contra la ausencia.

Se apagan las ventanas. Los vientos
se detienen. Alguien pasa al fondo de la calle
camino de su casa. Duerme mi hija
- la eternidad se hizo para ella -
con las manos abiertas, en franca confianza.

Hablamos en susurro - mientras hace labor -
de cosas conocidas, como el tiempo,
la paz y estas tierras, carmín, que nos cobijan
- Teruel tiene la sangre a flor de arena -.

Al descender la luz se hace el silencio
y fuera queda el mundo al descubierto.

José Antonio Labordeta (1935 - )

2 comentarios:

  1. Excelente poesía amigo mio , te invito que sigas mi blogs de poesía , " El habitar poético" y así compartimos un poco de los que no mueve a cada chispazo de nuestras células.

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  2. Buenas tardes:
    No conocía este poema de Labordeta.
    Qué forma tan sencilla, de retratarnos un día cualquiera, de unos padres felices.
    Saludos. Gelu

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