A José Antonio Rubio Sacristán
Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrella clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Antonio Torres Heredia.
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
Mis cuatro primos Heredias
Hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
¡Ay, Antoñito el Camborio,
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la guardia civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.
Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.
Un taxi peina la serpiente intentando agenciarse esa última carrera
de la noche
y un marinero solitario que gasta los hechos de su vida como calderilla con desconocidos palpa el bolsillo interior de su zamarra en busca de unos bienvenidos veinticinco centavos y la última colilla retorcida de un paquete de Kents mientras sueña con una camarera con ojos de Nescafé y muslos de mermelada, de pelo amarillo revuelto su nombre tachonado de falsos diamantes dice: "Irene" mientras se aparta los mechones de rubia agua de fregar
de los ojos
y el faro Texaco ilumina al empleado con cinturón de acero con un "oferta en correas y válvulas"... gritando "llénelo y comprueba ese aceite" "sabe, puede que sea un distribuidor o bien una bobina"
la última edición de la madrugada está en las estanterías y el llorón de la ciudad llora con monedas en las manos salchichas envueltas en bacón sesenta y nueve centavos huevos dados la vuelta y un paquete de Kents dos huevos pochados sobre una salchicha puedes hundirlos y hasta dentro patatas a lo pobre, patatas a lo pobre sabes que no puedo llegar tarde
y el primer amanecer casca una alfombra de diamantes sobre un terreno sembrado de coches al contado lleno de Coupes Devilles crepusculares dejando la ciudad en las manos del que barre los fantasmas del sábado noche.
Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
("La hilandera de espaldas", del cuadro de Velázquez)
Tanta serenidad es ya dolor. Junto a la luz del aire la camisa ya es música, y está recién lavada, aclarada, bien ceñida al escorzo risueño y torneado de la espalda, con su feraz cosecha, con el amanecer nunca tardío de la ropa y la obra. Este es el campo del milagro: helo aquí, en el alba del brazo, en el destello de estas manos, tan acariciadoras devanando la lana: el hilo y el ovillo, y la nuca sin miedo, cantando su viveza, y el pelo muy castaño tan bien trenzado, con su moño y su cinta; y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.
Con la velocidad del cielo ido, con el taller, con el ritmo de las mareas de las calles, está aquí, sin mentira, con un amor tan mudo y con retorno, con su celebración y con su servidumbre.
Ilustración de Gonzalo de Berceo que se conserva en la Casa de los Chapiteles (Logroño).
270 Era en una tierra un homne labrador
que usaba la reja más que otra labor;
más amaba la tierra que non al Crïador,
era de muchas guisas homne revolvedor.
271 Facié una nemiga, fuciela por verdat,
cambiaba los mojones por ganar heredat,
facié a todas guisas tuerto e falsedat,
habié mal testimonio entre su vecindat.
272 Querié, peroque malo, bien a Sancta María,
udié sus miráculos, dábalis acogía;
saludábala siempre, diciéli cada día:
«Ave gratïa plena que parist a Mesía.»
273 Finó el rastrapaja de tierra bien cargado,
en soga de dïablos fue luego cativado,
rastrávanlo por tienllas, de coces bien sovado,
pechávanli a duplo el pan que dio mudado.
274 Doliéronse los ángeles d'esta alma mesquina,
por cuanto la levaban dïablos en rapina;
quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
mas pora fer tal pasta mengualis farina.
275 Si lis dicién los ángeles de bien una razón,
ciento dicién los otros, malas que buenas non;
los malos a los bonos teniénlos en rencón,
la alma por pecados non isié de presón.
276 Levantóse un ángel, diso: «Yo só testigo,
verdat es, non mentira esto que yo vos digo:
el cuerpo, el que trasco esta alma consigo,
fue de Sancta María vasallo e amigo.
277 Siempre la ementaba a yantar e a cena,
diciéli tres palabras: 'Ave gratïa plena';
la boca por qui esié tan sancta cantilena
non merecié yacer en tan mal cadena.»
278 Luego que esti nomne de la Sancta Reina
udieron los diablos cogieron's ad ahina;
derramáronse todos como una neblina,
desampararon todos a la alma mesquina.
279 Vidiéronla los ángeles ser desemparada,
de piedes e de manos con sogas bien atada;
sedié como oveja que yace ensarzada,
fueron e adusiéronla pora la su majada.
280 Nomne tan adonado e de vertut atanta,
que a los enemigos seguda e espanta,
non nos debe doler nin lengua nin garganta
que non digamos todos; «Salve Regina Sancta».
472 No abandones tu dama, no dejes que esté quieta, siempre requieren uso mujer, molino y huerta; no quieren en su casa pasar días de fiesta, no quieren el olvido; cosa probada y cierta.
473 Es cosa bien segura: molino andando gana, huerta mejor labrada da la mejor manzana, mujer muy requerida anda siempre lozana; con estas tres verdades no obrarás cosa vana.
474 Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña; si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña). Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña, casó con mujer joven que amaba la compaña.
475 Antes del mes cumplido dijo él: - Señora mía, a Flandes volo ir, regalos portaría. Dijo ella: - Monseñer, escoged vos el día, Mas no olvidéis la casa ni la persona mía.
476 Dijo don Pitas Payas: -Dueña de la hermosura, Yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura Para que ella os impida hacer cualquier locura. Dijo ella: - Monseñer, haced vuestra mesura.
477 Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero; estuvo allá dos años, no fue azar pasajero. Cada mes a la dama parece un año entero.
478 Hacía poco tiempo que ella estaba casada, había con su esposo, hecho poca morada; su amigo tomó y estuvo acompañada, deshízose el cordero, ya de él no queda nada.
479 Cuando supo la dama que venía el pintor, muy de prisa llamó a su nuevo amador; dijo que le pintase, cual supiese mejor, en aquel lugar mismo un cordero menor.
480 Pero con la gran prisa pintó un señor carnero, cumplido de cabeza, con todo un buen apero. Luego, al siguiente día, vino allí un mensajero: Que ya don Pitas Payas llegaría ligero.
481 Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido, Su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido: Cuando ya en su mansión con ella se ha metido, La señal que pintara no ha echado en olvido.
482 Dijo don Pitas Payas: - Madona, perdonad, mostradme la figura y tengamos solaz. - Monseñer -dijo ella-, vos mismo la mirad, todo lo que quisieres hacer, hacedlo audaz.
483 Miró don Pitas Payas el sabido lugar y vio aquel gran carnero con armas de prestar. - ¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar que yo pinté corder y encuentro este manjar?
484 Como en estas razones es siempre la muger sutil y mal sabida, dijo: - ¿Qué, monseñer? ¿Petit corder, dos años, no se ha de hacer carner? Si no tardaseis tanto, aún sería corder.
485 Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza. No seas Pitas Payas, para otro, no se cueza; incita a la mujer con gran delicadeza y si promete al fin, guárdate de tibieza.
486 Alza Pedro la liebre, la saca del cubil, mas, si no !a persigue, es un cazador vil. Otro Pedro la sigue, la corre más sutil y la toma: esto pasa a cazadores mil.
487 Medita la mujer: - Otro Pedro es aqueste, más apuesto y osado, mejor amante es éste;. comparado con él no vale el otro un feste,, con el nuevo iré yo, ¡Dios ayuda me preste!
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.
Durante muchos siglos
la costumbre fue ésta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado
europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero —y perdonad la petulancia—
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejá atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
—ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente—
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda.
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
Con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
si Abrazó al primer hombre; echóse a andar.
Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes, y porque el mundo existe, y yo también existo, porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo, gastando nuestras vueltas como quien no hace nada, quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo de este dolor que insiste en todo lo que existe.
Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse: El semillero hirviente de un corazón podrido, los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas, los días cualesquiera que nos comen por dentro, la carga de miseria, la experiencia —un residuo—, las penas amasadas con lento polvo y llanto.
Nos estamos muriendo por los cuatro costados, y también por el quinto de un Dios que no entendemos. Los metales furiosos, los mohos del cansancio, los ácidos borrachos de amarguras antiguas, las corrupciones vivas, las penas materiales... todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro.
Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo. La llama que nos duele quería ser un ala. Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo. Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aun si pecas, sabes también por dentro de una angustia rampante, de poemas prosaicos, de un amor sublevado.
[...]
Lee el poema completo (y otros de Celaya) en A media voz
Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos.
No le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo...
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!
Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está jediendo.
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
y ese cacho e liendro...
¡Jerramientas, que no quedi una!
¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro...
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
si alguno de esos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una noche muerto!...
Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo.
Lleváisoslo todu,
todu, menus eso,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!...
Si puedes mantener intacta tu firmeza cuando todos vacilan a tu alrededor Si cuando todos dudan, fías en tu valor y al mismo tiempo sabes exaltar su flaqueza
Si sabes esperar y a tu afán poner brida O blanco de mentiras esgrimir la verdad O siendo odiado, al odio no le das cabida y ni ensalzas tu juicio ni ostentas tu bondad
Si sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey Si piensas y el pensar no mengua tus ardores Si el triunfo y el desastre no te imponen su ley y los tratas lo mismo como dos impostores.
Si puedes soportan que tu frase sincera sea trampa de necios en boca de malvados. O mirar hecha trizas tu adora quimera y tornar a forjarla con útiles mellados.
Si todas tu ganancias poniendo en un montón las arriesgas osado en un golpe de azar y las pierdes, y luego con bravo corazón sin hablar de tus perdidas, vuelves a comenzar.
Si puedes mantener en la ruda pelea alerta el pensamiento y el músculo tirante para emplearlo cuando en ti todo flaquea menos la voluntad que te dice adelante.
Si entre la turba das a la virtud abrigo Si no pueden herirte ni amigo ni enemigo Si marchando con reyes del orgullo has triunfado Si eres bueno con todos pero no demasiado
Y si puedes llenar el preciso minuto en sesenta segundos de un esfuerzo supremo tuya es la tierra y todo lo que en ella habita y lo que es más serás hombre hijo mío….
Estos poetas infernales, Dante, Blake, Rimbaud que hablen más bajo... que toquen más bajo... ¡Que se callen! Hoy cualquier habitante de la tierra sabe mucho más del infierno que esos tres poetas juntos. Ya sé que Dante toca muy bien el violín... ¡Oh, el gran virtuoso! Pero que no pretenda ahora con sus tercetos maravillosos y sus endecasílabos perfectos asustar a ese niño judío que está ahí, desgajado de sus padres... Y solo. ¡Solo! aguardando su turno en los hornos crematorios de Auschwitz. Dante... tú bajaste a los infiernos con Virgilio de la mano (Virgilio, «gran cicerone») y eso vuestro de la Divina Comedia fue una aventura divertida de música y turismo. Esto es otra cosa... otra cosa... ¿Cómo te explicaré? ¡Si no tienes imaginación! Tú... no tienes imaginación, Acuérdate que en tu «Infierno» no hay un niño siquiera... Y ese que ves ahí... está solo ¡Solo! Sin cicerone... esperando que se abran las puertas de un infierno que tú, ¡pobre florentino!, no pudiste siquiera imaginar. Esto es otra cosa... ¿cómo te diré? ¡Mira! Éste es un rincón donde no se puede tocar el violín. Aquí se rompen las cuerdas de todos los violines del mundo. ¿Me habéis entendido poetas infernales? Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud... ¡Hablad más bajo! ¡Tocad más bajo! ¡Chist! ¡¡Callaos!! Yo también soy un gran violinista... y he tocado en el infierno muchas veces... Pero ahora, aquí... rompo mi violín... y me callo.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
Dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado. No volverás del fondo de las rocas. No volverás del tiempo subterráneo. No volverá tu voz endurecida. No volverán tus ojos taladrados. Mírame desde el fondo de la tierra, labrador, tejedor, pastor callado: domador de guanacos tutelares: albañil del andamio desafiado: aguador de las lágrimas andinas: joyero de los dedos machacados: agricultor temblando en la semilla: alfarero en tu greda derramado: traed a la copa de esta nueva vida vuestros viejos dolores enterrados. Mostradme vuestra sangre y vuestro surco, decidme: aquí fui castigado, porque la joya no brilló o la tierra no entregó a tiempo la piedra o el grano: señaladme la piedra en que caísteis y la madera en que os crucificaron, encendedme los viejos pedernales, las viejas lámparas, los látigos pegados a través de los siglos en las llagas y las hachas de brillo ensangrentado. Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta. A través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados y desde el fondo habladme toda esta larga noche como si yo estuviera con vosotros anclado, contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón, y paso a paso, afilad los cuchillos que guardasteis, ponedlos en mi pecho y en mi mano, como un río de rayos amarillos, como un río de tigres enterrados, y dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares. Dadme el silencio, el agua, la esperanza. Dadme la lucha, el hierro, los volcanes. Apegadme los cuerpos como imanes. Acudid a mis venas y a mi boca, Hablad por mis palabras y mi sangre.
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.
Ilustración de la primera página de la revista Blanco y Negro (junio, 1904) que reproduce el poema de Manuel Machado «Retablo» o «Glosa» de Berceo.
Ya están ambos a diestra del Padre deseado, los dos santos varones, el chantre y el cantado: el Grant Santo Domingo de Silos venerado y el maestro Gonzalo de Berceo nomnado. Yo veo al Santo como en la sabida prosa fecha en nombre de Christo y de la Gloriosa; la color amariella, la marcha fatigosa, el capillo tirado, la frente luminosa... Y, a su lado, el poeta, romeo peregrino, sonríe a los de ahora que andamos el camino, y el galardón nos muestra de su claro destino: una palma de gloria y un vaso de buen vino.
Aquí estoy
frente a ti Tibidabo
hablando viendo
la tierra que me faltaba para escribir "mi patria
eeeeees también europa y poderosa"
asomo el torso y se me dora
paso sorbiendo roma olivo entro
por el Arc de Bará
de repente remonto todo transido el hondo
Ebro
a brazazos retorno arribo a ti
Vizcaya
árbol que llevo y amo desde la raíz
y un día fue arruinado bajo el cielo
Ved aquí las señales
esparcid los vestigios
el grito la ira
gimiente
con el barabay
el toro cabreado directamente oíd
ira escarnio ni dios
oh nunca nunca
oh quiero quiero que no se trapapelen
el cuello bajo la piedra
la leche en pleno rostro el dedo
de este niño
oh nunca ved aquí
la luz equilibrando el árbol
de la vida.
Por las ramas del laurel
van dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
"Vecinitas", les dije,
"¿dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el sol.
"En mi garganta", dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
"Aguilitas", les dije,
"¿dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el sol.
"En mi garganta", dijo la luna.
Por las ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.
461. De un otro miraclo vos querria contar
Que cuntió en un monge de abito reglar:
Quísolo el diablo dura-ment espantar,
Mas la Madre gloriosa sopogelo vedar.
462. De que fo enna orden, bien de que fo noviçio
Amó a la Gloriosa siempre façer serviçio:
Quitandose de follia de fablar en forniçio.
Pero ovo en cabo de caer en un viçio.
463. Entró enna bodega un día por ventura,
Bebió mucho del vino, esto fo sin mesura,
Embebdose el locco, issio de su cordura,
Iogo hasta las viesperas sobre la tierra dura.
464. Bien a ora de visperas el sol bien enflaquido,
Recordó mala-mientre andaba estordido:
Issio contra la claustra hascas sin nul sentido:
Entendiengelo todos que bien avie bebido.
465. Peroque en sus piedes non se podie tener,
Iba a la eglesia commo solia façer ,
Quisoli el diablo zancajada poner,
Ca bien se lo cuidaba rehez-mientre vençer.
466. En figura de toro que es escalentado,
Cavando con los piedes, el çeio demudado,
Con fiera cornadura sannoso e yrado
Paroseli delante el traydor probado.
467. Façieli gestos malos la cosa diablada,
Que li metrie los cuernos por media la corada
Príso el omne bueno muy mala espantada,
Mas valiol la Gloriosa reyna coronada.
468. Vino Sancta Maria con abito onrrado,
Tal que de omne vivo non serie apreçiado,
Methieselis in medio a él e al peccado,
El toro tan superbio fue luego amansado.
469. Menazóli la duenna con la falda del manto,
ESto fo pora elli un muy mal quebranto,
Fúso e desterrósse façiendo muy grant planto,
Fincó en paz el monge, graçias al Padre sancto.
470. Luego a poco rato, a pocas depassadas
Ante que empezasse a sobir ennas gradas,
Cometiólo de cabo con figuras pesadas,
En manera de can firiendo colmelladas.
471. Vinie de mala guisa, loS dientes regannados,
En çeio muy turbio, los oios remellados
Por ferlo todo piezas, espaldas e costados:
Mesiello, diçie elli, graves son mis pecados!
472. Vien se cuidó el monge seer despedazado,
Sedie en fiera cueta, era mal dessarrado,
Mas valiol la GlorioSa, es cuerpo adonado,
Commo fizo el toro, fo el can segudado.
473. Entrante de la eglesia enna somera grada
Cometiólo de cabo la terçera vegada
En forma de leon, una bestia dubdada,
Que traie tal fereza que non serie asmada.
474. Alli cuidó el monge que era devorado,
Ca vidie por verdat un fiero encontrado:
Peor li era esto que todo lo passado,
Entre su voluntat maldiçie al peccado.
475. Diçie: valme Gloriosa madre Sancta Maria,
Valame la tu graçia oi en esti dia,
Ca só en grant afruento, en maior non podria:
Madre, non pares mientes a la mi grant follia!
476. Abes podió el monge la palabra complir
véno Sancta Maria commo solie venir
Con un palo en mano pora leon ferir:
Methioselis delante, empezó a deçir:
477. Don falso alevoso, non vos escarmentades?
Mas io vos daré oi lo que vos demandades:
Ante lo compraredes que daquend vos vayades,
Con quien volvistes guerra quiero que lo sepades.
478.Empezoli a dar de grandes palancadas,
Non podien las menudas escuchar las grannadas,
Lazraba el leon a buenas dinaradas,
Non ovo en sus dias las cuestas tan sovadas.
479. Diçiel la buena duena: don falso traydor
Que siempre en mal andas, eres de mal sennor:
Si mas aqui te prendo en esti derredor,
De lo que oi prendes aun prendrás peor.
480. Desfizo la figura, empezó a foir,
Nunqua mas fo osado al monge escarnir,
Ante passó grant tiempo que podiesse guarir,
Plógoli al diablo quando lo mandó ir.
481. El monge que por todo esto avia pasado,
De la carga del vino non era bien folgado,
Que vino e que miedo avienlo tan sovado,
Que tornar non podio a su lecho usado.
482. La Reyna preçiosa e de preçioso fecho
Prísolo por la mano, levólo por al lecho,
Cubriólo con la manta e con el sobrelecho,
Pusol so la cabeza el cabezal derecho.
483. Demas quando lo ovo en su lecho echado
Sanctiguol con su diestra e fo bien sanctiguado:
Amigo, dissol, fuelga, ca eres muy lazrado,
Con un pocco que duermas luego seras folgado.
484. Pero esto te mando, afirmes te lo digo,
Cras mannana demanda a fulan mi amigo,
Conffiessate con elli e serás bien comigo,
Ca es muy buen omne, e dartá buen castigo.
485. Quiero io que mi via salvar algun cuitado,
Esto es mi deliçio, mi offiçio usado:
Tu finca bendicho a Dios acomendado;
Mas non se te oblide lo que te e mandado.
486. Disol el omne bueno: duenna, se que debedes,
Vos que en mi fiçiestes atan grandes merçedes,
Quiero saber qui sodes, o que nomne avedes,
Ca io gano en ello, vos nada non perdedes.
487. Disso la buena duenna: seas bien sabidor,
Io so la que parí al vero Salvador,
Que por salvar el mundo sufrió muert e dolor,
Al que façen los angeles serviçio e onor.
488. Disso el omne bono: esto es de creer:
De ti podrie, sennora, esta cosa naçer:
Déssateme, sennora, los tus piedes tanner
Nunqua en esti sieglo veré tan grant plaçer.
489. Contendie el bon omne, queriesse levantar,
Por fincar los inoios, los piedes li besar;
Mas la Virgo Gloriosa non lo quiso esperar,
Tollioseli de oios, ovo él grant pesar.
490. Non la podie a ella por do iba veer,
Mas vedie grandes lumnes redor ella arder:
Non la podie por nada de los oios toller,
Façie muy grant derecho, ca fizol grant plaçer.
491. Otro dia mannana venida la luz clara
Buscó al omne bono que ella li mandara:
Fizo su confession con umildosa cara,
Non li çel6 un punto de quanto que pasara.
492. El maestro al monge fecha la confession,
Dioli conseio bueno, dio]i absoluçion,
Methió Sancta Maria en él tal bendiçion,
Que valió mas por elli toda essa congregaçion.
493. Si ante fora bono, fo desende meior:
A la sancta reyna Madre del Criador
Amóla siempre mucho, fizol siempre onor:
Feliz fo el que ella cogió en su amor.
494. .El otro omne bono non lo sabrie nomnar,
Al que Sancta Maria ]0 mandó maestrar:
Cogió amor tan firme de tanto la amar
Que dessarsie por ella la cabeza cortar.
495. Todas las otras gentes legos e coronados,
Clerigos e canonges e los escapulados,
Fueron de la Gloriosa todos enamorados
Que sabe acorrer tan bien a los cuitados.
496. Todos la bendiçien e todos la laudaban,
Las manos e los oios a ella los alzaban,
Retraien los sos fechos, las sos laudes cantaban,
Los dias e las noches en esso las passaban.
497. Sennores e amigos, muevanos esta cosa,
Amemos e laudemos todos a la Gloriosa,
Non echaremos mano en cosa tan preçiosa
Que tambien nos acorra en ora periglosa.
Si nos bien la sirvieremos, quequiere quel pidamos
Todo lo ganaremos, bien seguro seamos:
Aqui lo entendremos bien ante que muramos,
Lo que alli methieremos que bien lo empleamos.
499. Ella nos de su graçia e su bendiçion
Guardenos de peccado e de tribulaçion,
De nuestras liviandades ganemos remission,
Que no vaian las almas nuestras en perdiçion.
Una antología de poesía de más de 365 poemas, principalmente de lengua castellana, acompañados en su mayor parte por testimonios audiovisuales, ya sean recitaciones, versiones musicales o documentales.
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