martes, 31 de marzo de 2009

Kavafis, Constantino. Ítaca.


Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.

Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον θυμωμένο Ποσειδώνα μη φοβάσαι,
τέτοια στον δρόμο σου ποτέ σου δεν θα βρεις,
αν μεν' η σκέψις σου υψηλή, αν εκλεκτή
συγκίνησις το πνεύμα και το σώμα σου αγγίζει.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον άγριο Ποσειδώνα δεν θα συναντήσεις,
αν δεν τους κουβανείς μες στην ψυχή σου,
αν η ψυχή σου δεν τους στήνει εμπρός σου.

Constantino Kavafis (1863-1933)

Lee 100 poemas de Kavafis en Ciudad Seva

(Escucha la versión cantada por Patricio Anabalón)
Visita la página web de Patricio Anabalon

lunes, 30 de marzo de 2009

Horacio Flaco, Quinto. Carpe diem.

No preguntes, Leucónoe, para cuándo
fijaron los dioses tu muerte o la mía,
ni atiendas a las cábalas de Oriente:
sacrilegio es saber.
Mejor es aceptar lo que viniere,
ya sean muchos los inviernos que te otorgue
Júpiter, ya sea éste el último,
este que ahora fatiga al mar Tirreno
contra las blandas rocas.
Sé sabia: filtra el vino,
y ataja una larga esperanza,
porque duramos poco.
Mientras hablamos,
huye el tiempo celoso.
Goza el instante: no te fíes del mañana.


Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Ut melius, quidquid erit, pati,
seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, vina liques, et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

(Odas, 11)

Quinto Horacio Flaco (65 a. C. - 8 a. C.)

Lee las Odas, de Horacio
Una propuesta de Dolores Cruz Cabrera,
Profesora de Latín y Griego del IES "Guadalpín",
para celebrar su semana de Cultura Clásica

domingo, 29 de marzo de 2009

García Montero, Luis. Confesiones.


Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.

sábado, 28 de marzo de 2009

De la Cruz, Sor Juana Inés. Este amoroso tormento.

Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento.

Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
Y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.

Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.

Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1697)

Escuha el poema recitado:


viernes, 27 de marzo de 2009

Sabina, Joaquín. Ruido.


Ella le pidió que la llevara al fin de mundo,
él puso a su nombre todas las olas del mar.
Se miraron un segundo
como dos desconocidos.

Todas las ciudades eran pocas a sus ojos,
ella quiso barcos y él no supo qué pescar.
Y al final números rojos
en la cueva del olvido,
y hubo tanto ruido
que al final llegó el final.

Mucho, mucho ruido,
ruido de ventanas,
nidos de manzanas
que se acaban por pudrir.
Mucho, mucho ruido,
tanto, tanto ruido,
tanto ruido y al final
por fin el fin.
Tanto ruido y al final.

Hubo un accidente, se perdieron las postales,
quiso Carnavales y encontró fatalidad.
Porque todos los finales
son el mismo repetido
y con tanto ruido
no escucharon el final.

Descubrieron que los besos no sabían a nada,
hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.
Se borraron las pisadas,
se apagaron los latidos,
y con tanto ruido
no se oyó el ruido del mar.

Mucho, mucho ruido,
ruido de tijeras,
ruido de escaleras
que se acaban por bajar.
Mucho, mucho ruido,
tanto, tanto ruido.

Tanto ruido y al final
la soledad.

Ruido de tenazas,
ruido de estaciones,
ruido de amenazas,
ruido de escorpiones.
Tanto, tanto ruido.

Ruido de abogados,
ruido compartido,
ruido envenenado,
demasiado ruido.

Ruido platos rotos,
ruido años perdidos,
ruido viejas fotos,
ruido empedernido.

Ruido de cristales,
ruido de gemidos,
ruidos animales,
contagioso ruido.

Ruido mentiroso,
ruido entrometido,
ruido escandaloso,
silencioso ruido.

Ruido acomplejado,
ruido introvertido,
ruido del pasado,
descastado ruido.

Ruido de conjuros,
ruido malnacido,
ruido tan oscuro
puro y duro ruido.

Ruido qué me has hecho,
ruido yo no he sido,
ruido insatisfecho,
ruido a qué has venido.

Ruido como sables,
ruido enloquecido,
ruido intolerable,
ruido incomprendido.

Ruido de frenazos,
ruido sin sentido,
ruido de arañazos,
ruido, ruido, ruido.

Joaquín Sabina

jueves, 26 de marzo de 2009

Labordeta, José Antonio. Canto a la libertad.


Habrá un día en que todos
Al levantar la vista
Veremos una tierra
Que ponga libertad (bis)

Hermano aquí mi mano
Será tuya mi frente
Y tu gesto de siempre
Caerá sin levantar
Huracanes de miedo
Ante la libertad

Haremos el camino
En un mismo trazado
Uniendo nuestros hombros
Para así levantar
A aquellos que cayeron
Gritando libertad

Sonarán las campanas
Desde los campanarios
Y los campos desiertos
Volverán a granar
Unas espigas altas
Dispuestas para el pan

Para un pan que en los siglos
Nunca fue repartido
Entre todos aquellos
Que hicieron lo posible
Para empujar la historia
Hacia la libertad

También será posible
Que esa hermosa mañana
Ni tú, ni yo, ni el otro
La lleguemos a ver
Pero habrá que empujarla
Para que pueda ser

Que sea como un viento
Que arranque los matojos
Surgiendo la verdad
Y limpie los caminos
De siglos de destrozos
Contra la libertad



Su obra poética

miércoles, 25 de marzo de 2009

Serrat, Joan Manuel. Barquito de papel.


Barquito de papel,
sin nombre, sin patrón
y sin bandera,
navegando sin timón
donde la corriente quiera.

Aventurero audaz,
jinete de papel
cuadriculado,
que mi mano sin pasado
sentó a lomos de un canal.

Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar,
y navegar
era jugar con el viento.
Era una sonrisa a tiempo,
fugándose feliz
de país en país,
entre la escuela y mi casa.
Después el tiempo pasa
y te olvidas de aquel
barquito de papel.

Barquito de papel,
en qué extraño arenal
habrán varado
tu sonrisa y mi pasado,
vestidos de colegial.

Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar,
y navegar
era jugar con el viento.
Era una sonrisa a tiempo.

Joan Manuel Serrat.


martes, 24 de marzo de 2009

Cano, Carlos. Qué desespero.


Cuando pienso en tu boca
Siento en mi boca
Dulce calor
Como si fuera un sueño
Se va encendiendo en mi la pasión

Al ritmo lento y lento
Con un bolero, llega el amor,
Oye de madrugada como te llama mi corazón

Ven que no puedo sufrir más
Ven que no se vivir sin ti,
Ven que me falta tu calor
Que tengo ganas de ti
Me muero sin tu amor

Que desespero, que desespero, amor
Que arde mi corazón
Como un lucero,
Y yo tan sólo, y tú tan lejos
Que desespero amor, que desespero.

Dame cariño lento,
Dime cositas, con emoción,
Acércate despacio,
Pon en mis labios, mi corazón

Ven que no puedo sufrir más
Ven que no se vivir sin ti,
Ven que me falta tu calor
Que tengo ganas de ti
Me muero sin tu amor

Que desespero, que desespero, amor
Que arde mi corazón
Como un lucero,
Y yo tan sólo, y tú tan lejos
Que desespero amor, que desespero.
Y yo tan sólo, y tú tan lejos
Que desespero amor, que desespero.

Carlos Cano (1946-2000)

Página oficial de Carlos Cano



lunes, 23 de marzo de 2009

Rodríguez, Silvio. Te doy una canción.


Como gasto papeles recordándote
como me haces hablar en el silencio
como no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo
y como pasa el tiempo que de pronto son años
sin pasar tú por mi, detenida

Te doy una canción
si abro una puerta
y de las sombras sales tú,
te doy una canción de madrugada
cuando mas quiero tu luz,
te doy una canción
cuando apareces
el misterio del amor
y si no no apareces
no me importa
yo te doy una canción.

Si miro un poco afuera me detengo
la ciudad se derrumba
y yo cantando
la gente que me odia y que me quiere
no me va ha perdonar
que me distraiga,
creen que lo digo todo
que me juego la vida
porque no te conocen
ni te sienten.

Te doy una canción y hago un discurso
sobre mi derecho ha hablar,
te doy una canción
con mis dos manos
con las mismas de matar,
te doy una canción
y digo patria
y sigo hablando para ti,
te doy una canción
como un disparo
como un libro
una palabra
una guerrilla...
como doy el amor.

Silvio Rodríguez

Escúchala en este vídeo

Silvio en Wikipedia

domingo, 22 de marzo de 2009

Brecht, Bertolt. General.


Otra vez se oye hablar de grandeza
(Ana, no llores)
El tendero nos fiará.
Otra vez se oye hablar del honor
(Ana, no llores)
No podemos comer ya.

Otra vez se oye hablar de victorias
(Ana, no llores)
A mi no me tendrán.
Ya desfila el ejercito que marcha
(Ana, no llores)
Ya desertarán.

General, tu tanque es muy potente
aplasta a cien hombres y arrasa el pinar.
General, pero tiene un defecto:
Necesita un hombre que lo pueda guiar.

General, tu avión es poderoso
Vuela como tormenta y destruye la ciudad.
General, pero tiene un defecto:
Necesita un hombre que lo pueda pilotar.

General, el hombre es muy útil,
puede volar, puede matar.
General, pero tiene un defecto:
Puede pensar.

Puede pensar.

Bertolt Brecht (1898-1956)

Versión musicada de Adolfo Celdrán:


sábado, 21 de marzo de 2009

Nervo, Amado. El día que me quieras.


El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

Amado Nervo (1870-1919)


Escucha el poema recitado por Tomás Galindo:


viernes, 20 de marzo de 2009

De Quevedo, Fco. Es hielo abrasador...


Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.

Este es el Niño Amor, este es su abismo:
¡mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

Francisco de Quevedo (1580-1645)

Comentario de este soneto


(Escucha este poema en La Palabra Virtual)

jueves, 19 de marzo de 2009

Lope de Vega, Félix. Es la mujer del hombre...


Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata:
es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer al fin como sangría,
que a veces da salud, y a veces mata.

Félix Lope de Vega (1562-1635)

miércoles, 18 de marzo de 2009

De Góngora, Luis. Romance. Dejadme llorar...

Retrato del poeta, por el pintor jienense
Antonio Povedano


Dejadme llorar
Orillas del mar.

Váyanse las noches,
Pues ido se han
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad,
Después que en mi lecho
Sobra la mitad.

Dejadme llorar
Orillas del mar.

Diez años desperdicié,
Los mejores de mi edad,
En ser labrador de Amor
A costa de mi caudal.
Como aré y sembré, cogí;
Aré un alterado mar,
Sembré una estéril arena,
Cogí vergüenza y afán.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Una torre fabriqué
Del viento en la raridad,
Mayor que la de Nembrot,
Y de confusión igual.
Gloria llamaba a la pena,
A la cárcel libertad,
Miel dulce al amargo acíbar,
Principio al fin, bien al mal.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Luis de Góngora y Argote (1561- 1627)

martes, 17 de marzo de 2009

De Cervantes, Miguel. Sonetos en El Quijote: Del burlador, académico argamasillesco, a Sancho Panza


Sancho Panza es aquéste, en cuerpo chico,
pero grande en valor, ¡milagro extraño!
Escudero el más simple y sin engaño
que tuvo el mundo, os juro y certifico.

De ser conde, no estuvo en un tantico,
si no se conjuraran en su daño
insolencias y agravios del tacaño
siglo, que aun no perdonan a un borrico.

Sobre él anduvo -con perdón se miente-
este manso escudero, tras el manso
caballo «Rocinante» y tras su dueño.

¡Oh vanas esperanzas de la gente!
¡Cómo pasáis con prometer descanso,
y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!

Miguel de Cervantes (1547-1616)

Camilo García Casar recita el soneto:


Leer sonetos de El Quijote

lunes, 16 de marzo de 2009

Calderón de la Barca, Pedro. La vida es sueño. "Sueña el rey..."



Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos;
y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

De "La vida es sueño", Final de Acto II

Pedro Caldrón de la Barca (1600-1681)

domingo, 15 de marzo de 2009

De Samaniego, Félix. El cuento de la lechera.



Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte
"¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!"

Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre le ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz lechera,
diciéndose entre sí de esta manera:

"Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodearán cantando el pío, pío.

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino,
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevarélo al mercado,
sacaré de él sin duda buen dinero;
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que corra y salte toda la campaña,
desde el monte cercano a la cabaña."

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
Adiós leche, adiós huevos,
adiós dinero, adiós lechón,
adiós vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.

Félix Mª de Samaniego (1745-1801)

Escucha la versión de Paco Ibáñez:

sábado, 14 de marzo de 2009

Anónimo. Romance del conde Olinos. Coro infantil/Joaquín Díaz

Madrugaba el Conde Olinos
Mañanita de San Juan
A dar agua a su caballo
A las orillas del mar,
A las orillas del mar
A dar agua a su caballo
A las orillas del mar,

Mientras su caballo bebe,
Canta un hermoso cantar,
Las aves que iban volando
Se paraban a escuchar.
Se paraban a escuchar.
Las aves que iban volando
Se paraban a escuchar.

De altas torres de palacio
Le Reina le oye cantar
Mira hija como canta
La sirena de la mar,
La sirena de la mar,
Mira hija como canta
La sirena de la mar.

No es la sirenita madre
Que ella tiene otro cantar
Es la voz del Conde Olinos
Que por mis amores va,
Que por mis amores va.
Es la voz del Conde Olinos
Que por mis amores va.

Si es la voz del Conde Olinos
Yo le mandaré matar
Que para casar contigo
Le falta la sangre real,
Le falta la sangre real.
Que para casar contigo
Le falta la sangre real.

Guardias mandaba la Reina
Al Conde Olinos buscar
Que le maten a lanzadas
Y echen su cuerpo a la mar,
Y echen su cuerpo a la mar.
Que le maten a lanzadas
Y echen su cuerpo a la mar.

La infantita, con gran pena,
No cesaba de llorar,
El murió a la media noche
Y ella a los gallos cantar.
El murió a la media noche
Y ella a los gallos cantar.

Popular


viernes, 13 de marzo de 2009

Rossetti, Ana. A un joven con abanico.


Y qué encantadora es tu inexperiencia.
Tu mano torpe, fiel perseguidora
de una quemante gracia que adivinas
en el vaivén penoso del alegre antebrazo.
Alguien cose en tu sangre lentejuelas
para que atravieses
los redondos umbrales del placer
y ensayas a la vez desdén y seducción.
En ese larvado gesto que aventuras
se dibuja tu madre, reclinada
en la gris balaustrada del recuerdo.
Y tus ojos, atentos al paciente
e inolvidable ejemplo, se entrecierran.
Y mientras, adorable
y peligrosamente, te desvías.

De "Los devaneos de Erato" 1980

Ana Rossetti (1950-)

Más poemas de Ana Rossetti en

jueves, 12 de marzo de 2009

Pardo Bazán, Emilia. El alma del poeta.


El alma del poeta, profunda,
triste, grande, desbórdase en sus
himnos, se queja en sus
cantares; a veces sube al cielo
en alas de los ángeles, y a veces
al abismo precipitada cae.
Entre entusiasmo y lágrimas
eternamente flota, como el
esquife frágil, juguete de las olas.

Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

miércoles, 11 de marzo de 2009

De Castro, Rosalía. Hora tras hora...


Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?

Rosalía de Castro (1837-1885)

Rosalía en la Wikipedia

Poemas de Rosalía en arrakis

Amancio Prada pone música a Rosalía

martes, 10 de marzo de 2009

Conde, Carmen. Poema Identificación.



¡Mis ojos no te buscan sobre la tierra inmensa!
eres tú mis ojos dilatándose.
Mis ojos te contienen; si lloras tú por ellos
soy yo que me libero de mí para que llores.
¡Cuán tú soy yo conmigo, amor; qué me enajenas!
¡Qué mío tu vivir y qué mía tu muerte
viniéndote de mí, muriéndome contigo!

Carmen Conde (1907-1996)


lunes, 9 de marzo de 2009

Martín Gaite, Carmen. Flores amarillas.


Carmen Martín Gaite
Mi prado estaba lleno
de flores amarillas
y yo las arranqué.
Ya nada tengo.
Por el tallo cortado
sube una áspera savia
hasta mi corazón.
Se hace inmensa la tarde
y todo sabe a lo que pudo ser.

Carmen Martín Gaite (1925-2000)


domingo, 8 de marzo de 2009

Zerón, Lina. Carbón ardiente


Borrarme de la tierra es pretensión inútil.
Ni la fiebre que arrasa por las noches
ni los gritos que exprime de mi cuerpo
ni todo su veneno devorándome el vientre,
iracundo dolor que acecha.

Me niego a ser un gusano más del césped
o un trozo de carbón ardiente,
repleto cráneo de aserrín.

No soy polvo que vuelve al polvo
ni inútil obituario en los periódicos.

Soy más fuerte que las células nefastas
que se reproducen a diario.

Soy agua que arrasa los caminos,
turbulencia de duna en el desierto.

Conmigo no podrá la muerte.

De "Vino Rojo", 2003
Ed. Unión y UNEAC, La Habana

(Lee más poemas de Lina Zerón en "A media voz")

Lina Zerón (1959 - )

sábado, 7 de marzo de 2009

Alberti, Rafael. Balada del que nunca fue a Granada.


¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada.
Mi cabeza cana, los años perdidos.
Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca vi Granada.

Dadle un ramo verde de luz a mi mano.
Una rienda corta y un galope largo.
Nunca entré en Granada.
¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.

¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone
cadenas al habla de sus surtidores?
Nunca vi Granada.

Venid los que nunca fuisteis a Granada.
Hay sangre caída, sangre que me llama.
Nunca entré en Granada.

Hay sangre caída del mejor hermano.
Sangre por los mirtos y aguas de los patios.
Nunca fui a Granada.

Del mejor amigo, por los arrayanes.
Sangre por el Darro, por el Genil sangre.
Nunca vi Granada.

Si altas son las torres, el valor es alto.
Venid por montañas, por mares y campos.
Entraré en Granada.

Rafael Alberti (1902-1999)


viernes, 6 de marzo de 2009

Alonso, Dámaso. Insomnio.


Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas
[estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en que hace
cuarenta y cinco años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al
huracán, o ladrar a los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como el perro
enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca
[amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, reguntándole por qué se pudre
lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en
esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren
[lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas
[letales de tus noches?

De "Hijos de la ira"

Dámaso Alonso (1898-1990)

Escucha el poema recitado por el propio autor:

jueves, 5 de marzo de 2009

Arcipreste de Hita, Juan Ruiz. Lo que puede el dinero.


490 “Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar;
al torpe hace discreto, hombre de respetar,
hace correr al cojo al mudo le hace hablar;
el que no tiene manos bien lo quiere tomar.

491 “También al hombre necio y rudo labrador
dineros le convierten en hidalgo doctor;
Cuanto más rico es uno, más grande es su valor,
quien no tiene dinero no es de sí señor.

492 “Y si tienes dinero tendrás consolación,
placeres y alegrías y del Papa ración,
comprarás Paraíso, ganarás la salvación:
donde hay mucho dinero hay mucha bendición.

494 “Él crea los priores, los obispos, los abades,
arzobispos, doctores, patriarcas, potestades;
a los clérigos necios da muchas dignidades,
de verdad hace mentiras; de mentiras hace verdades.

495 “Él hace muchos clérigos y muchos ordenados,
muchos monjes y monjas, religiosos sagrados,
el dinero les da por bien examinados:
a los pobres les dicen que no son ilustrados.

503 “Yo he visto a muchos curas en sus predicaciones,
despreciar el dinero, también sus tentaciones,
pero, al fin, por dinero otorgan los perdones,
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones.

504 “Dicen frailes y clérigos que aman a Dios servir,
más si huelen que el rico está para morir,
y oyen que su dinero empieza a retiñir,
por quién ha de cogerlo empiezan a reñir.

510 “En resumen lo digo, entiéndelo mejor,
el dinero es del mundo el gran agitador,
hace señor al siervo y siervo hace al señor,
toda cosa del siglo se hace por su amor.
(Del "Libro de buen amor")
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (? - c. 1351)

(Escucha la versión de Paco Ibáñez)

miércoles, 4 de marzo de 2009

Iriarte, Tomás. El burro flautista.


Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.

Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.

Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.

Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.

En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.

«¡Oh! -dijo el borrico-,
¡qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
la música asnal!»

Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.

Tomás de Iriarte (1750-1791)

(Escucha más fábulas en este enlace)

martes, 3 de marzo de 2009

De Otero, Blas. En el principio.


Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero. (1916-1979)

(Escucha la versión de Paco Ibáñez)



Y la de Aguaviva: 


lunes, 2 de marzo de 2009

Brecht, Bertolt. Las muletas.


Durante siete años no pude dar un paso.
Cuando fui al gran médico,
me preguntó: «¿Por qué llevas muletas?»
Y yo le dije: «Porque estoy tullido».

«No es extráño», me dijo.
«Prueba a caminar. Son esos trastos
los que te impiden andar.
¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!»

Riendo como un monstruo,
me quitó mis hermosas muletas,
las rompió en mis espaldas y, sin dejar de reír,
las arrojó al fuego.

Ahora estoy curado. Ando.
Me curó una carcajada.
Tan sólo a veces, cuando veo palos,
camino algo peor por unas horas.

Bertolt Brecht (1914-1956)

domingo, 1 de marzo de 2009

Anónimo. Romance del conde NIño. Paco Ibáñez.

Conde Niño, por amores
es niño y pasó a la mar;
va a dar agua a su caballo
la mañana de San Juan.
Mientras el caballo bebe
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar;
caminante que camina
olvida su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
si no es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.
Él murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
dél un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par.

Anónimo.

(Escucha la versión de Paco Ibáñez)